Aprovechando la entrada que mi compañero Dro Ibado dedicó a un gran clásico como es Dig Dug, me vino la idea de hacerle un hueco al espeleólogo Digger T. Rock. Ambos juegos van de cavar, luchar contra enemigos y tirar rocas. Ambos vienen de compañías míticas del sector, Namco y Rare. Y mientras que el primero es ampliamente conocido, al segundo ni en su casa a la hora de comer. Bueno, ayudar con lo contrario es una de las funciones de la sección retro de este portal.
Aparecido en 1990 en nuestra siempre amada Nintendo Entertainment System, sigue con la racha de juegos para esta máquina tras dejar el Spectrum y vender la marca Ultimate Play the Game a U.S. Gold, aunque luego recuperarían los derechos de sus creaciones. Los hermanos Stamper pasaron de los ordenadores a su ascenso en las consolas, en la máquina de la compañía que los elevaría a los altares, y dejaría caer a los abismos. Apropiada analogía para el juego que tenemos entre manos.
Una vez más, no es nada fácil hacer nuestra particular espeleología virtual para conseguir datos de programación y trabajo. Chris y Tim Stamper tenían una filosofía hermética de grupos y desarrollos. En este 1990, antes que este juego, se publicó Solar Jetman, pero fue un trabajo híbrido externo con Zippo Games. Pero este juego totalmente original de Rare tiene poca información y nombres conocidos. Tan solo el gran David Wise como responsable de la excelente música del juego. Un grande de la compañía, con una cantidad enorme de trabajos, con su fama por los Donkey Kong Country. Que aún sigue dando guerra en DKC: Tropial Freeze, y los dos Yooka-Lailee.
Bueno, y que fue publicado por Milton Bradley, la popular MB que nos dio esos juegazos de mesa, como hundir la flota, Hero Quest, o aquel vicio a cuatro jugadores que fue el tragabolas. La compañía pertenecía desde 1984 a Hasbro, tras el descalabro que sufrió en 1983 empujado por su consola Vectrex. De nuevo Dro Ibado ya se hizo un buen reportaje sobre este tema. Y yo solo añado que también probaría suerte como publisher de unos pocos juegos, como en este caso.
No hay mucho glamur en la creación de este juego, y tampoco es que aparezca al meter el cartucho dentro de la consola, pero si ha caído aquí es que algo hay para contar. Digger T. Rock es el curioso nombre del protagonista del juego, y con el título del mismo ya tenemos no solo su nombre sino su misión. Vamos a encontrar la legendaria ciudad perdida de… Ciudad Perdida, oye. Y vamos a bajar a las profundidades de la tierra, llenas de exotismo, tesoros, amables enemigos y cavernas retorcidas de narices.
Lo que veis es casi lo que hay: juego de estilo muy clásico de plataformas. Pero mencionar al comienzo el clásico de Namco realmente sí tiene su sentido. Junto a las plataformas, peligros y enemigos, Digger hace honor a su nombre y también tiene que cavar en partes donde puede moverse libremente, las que veis de tono jaspeado en las imágenes. Pero si limpias zonas también los enemigos podrán pasar por ahí, además de tener cuidado con las rocas, como pasaba en el otro juego.
Tenemos ocho fases, ocho cavernas, en un juego no demasiado largo. Así que como acostumbraba la época había que dotarle de altas dosis de dificultad para justificar la pastaza que valían los cartuchos de NES. Con nuestra pala hacemos ataques básicos, y podemos lanzar rocas a distancia. Luego tenemos como objetos utilizables/consumibles las tremendamente necesarias escaleras para movernos arriba y abajo con seguridad, y dinamita para volar bloques o derrotar a enemigos gordos, los dinosaurios sobre todo.
El objetivo en cada caverna es activar un pilar maestro que abre la puerta de fin de fase, teniendo una cuenta atrás de sesenta segundos para llegar a ella. Pero aunque se cierre, podemos volver a activar el pilar. No hay límites de tiempo, no hay presión externa mientras exploramos cada caverna en busca de nuestro camino y preciados items. Algo que es sumamente importante, y que es uno de los puntos que hacen que el juego no sea tan básico y simplón como el lector pueda imaginar por todo lo leído hasta aquí.
Durante el juego obtenemos diamantes en las cavernas o en las fases de Super-Bonus -llegando a la puerta en unos veinte segundos tras activar el pilar-, y con ellos podemos comprar rocas, escaleras y dinamita en la cuarta caverna. Se pueden encontrar también explorando, sobre todo las rocas, pero hay otra peculiaridad. Cuando acumulamos más de nuevo de esos cuatro objetos, vemos el símbolo ‘+’ junto al mismo, y si baja a nueve, volvemos a saber cuantos objetos nos quedan. Lo particular de esto no es solo no saber cuanto tenemos, sino que si seguimos acumulando, aunque no sepamos cuanto llevamos, el símbolo cambiará al del check -lo siento, no lo tengo ni en mi teclado ni en el editor de esta entrada, fiaos de mi palabra- y entonces tendremos una cantidad infinita de ese objeto.
Es por ello que explorar para conseguir objetos es crucial. Digger sigue haciendo honor a su nombre y puede golpear con su pala en las cuatro direcciones tocando una dirección del pad frente a una superficie. Es decir, tocando arriba o abajo, golpeamos techo y suelo, y con los laterales, las paredes. Esto saca muchos objetos de las entrañas de la tierra, sobre todo al golpear techos, sacando muchísimas rocas y mira, también setas. Pues las setas son un ‘objeto Pac-Man’, porque nos recargan la vida, nos hacen invencibles y más fuertes por un corto periodo de tiempo, rompiendo bloques o machacando a los puñeteros dinosaurios como si fueran mosquitos.
También, las cavernas ofrecen secciones y caminos ocultos, transportadores, alguna pequeña sorpresa al golpear suelos o paredes...Además Digger puede encaramarse a salientes y superficies muy fácilmente, reptar por ellos como una lagartija. Hay una buena sensación de exploración y movilidad. Sí, también de peligros y dificultad, claro. Hasta unos simples mosquitos pueden ser puñeteros. Y caerse desde las alturas, hace pupa también. Conseguir escaleras infinitas es una necesidad vital.
Diría que el encanto del juego reside en combinar esa exploración, la movilidad de Digger y su toque aventurero junto a las plataformas y la acción. Es una aventura divertida y hasta con encanto y toques de carisma, lastrada por el justo apartado técnico para estar en 1990, pero sobre todo, algo que también estáis viendo, que todas las cavernas tienen un diseño similar, modificando unicamente colores, y algún toque arquitectónico y enemigos en las fases 4 y 7.
Incluso las crueles fases de bonus gozan de ese encanto, porque tenemos que esquivar rocas que caen y pillar los tesoros -aunque no estemos en Super Bonus, acumular puntos nos da vidas extra-, pero también, usarlas para alcanzar otros. Aquí entra de lleno la música de David Wise, que aún sin usar música propia para cada caverna, las variaciones entre los geniales temas principales, la agobiante y fantástica música de la cuenta atrás, la presentación del juego, y las fases de bonus y la victoria final, dan un conjunto enormemente inspirado y adaptado a la perfección al juego. Una vez más, un apartado musical es el gran desponsable de ponerme a teclear una entrada retro.
Siempre es bonito rescatar treinta años después una obra casi desconocida de una de las grandes compañías del videojuego. Y el homenaje también se debe a la promesa incumplida de la imagen de abajo, quedándose las aventuras de Digger T. Rock unicamente en esta epopeya.