Hay juegos que aceleran el pulso, que nos exigen estar alerta, reaccionar en un instante, que nos dan misiones que cumplir y niveles a superar. Y hay juegos que nos invitan a perdernos en su mundo virtual, sin prisas, desconectar de la realidad y dejar que las horas pasen volando. Hay juegos en los que incluso vale la pena pararse a admirar cómo los rayos del sol pasan entre las hojas de los árboles. Y tomar una fotografía.

theHunter™: Call of the Wild pertenece a esa segunda clase de juegos.

 

Toda la vida me han llamado la atención los juegos de caza pero nunca antes había llegado a tener uno. Alguna vez he indagado en busca de un poco de información, pero siempre salía defraudado. Nunca encontré un juego de caza que cumpliera con unos mínimos estándares de calidad equiparables a un juego «convencional».

Al final, lo más cercano que llegué a jugar fue Carnivores 2, un juego de 1999 en el que se cazan dinosaurios…

Los juegos nicho han existido desde siempre. Simuladores de trenes, camioneros, granjas o repartidores de Seur. Pero aquello era nicho del de verdad, con temas poco atractivos para el jugador medio, y una calidad técnica que normalmente estaba por debajo de lo que podía ofrecer el mercado en ese momento.

Pero en los últimos años, quizá por la expansión del mundo del videojuego hacia todo tipo de territorios, estos juegos nicho han salido del armario. Juegos como Farming Simulator o Euro Truck disfrutan de una notable presencia en Steam y reciben buenas valoraciones por parte de los jugadores.

Así que un día vi un anuncio de este juego con un descuento del 33%, leí varias críticas que lo ponían como el mejor en su género, y me hice con el mismo y con todos los DLCs. Era hora de adentrarme en el — para mí — misterioso mundo del simulador de caza.

theHunter™: Call of the Wild se apoya en tres elementos fundamentales: El cazador  —tú —, la pieza a cazar — cuya ubicación es desconocida y está en constante movimiento — y el escenario. El escenario puede ser un adversario, un aliado, o el mismo corazón del juego. Nos vamos a desorientar, nos vamos a perder y vamos a dar vueltas en círculos hasta desesperarnos. Pero vamos a aprender a seguir un rastro, a ocultarnos entre la espesura, a no meternos por los arbustos que hacen más ruido, a tratar de tener una posición elevada que nos permita una mayor visibilidad, o arrinconar una pieza hacia el río para cerrarle la huida.

Y también nos vamos a olvidar de que hemos venido a cazar para, simplemente, disfrutar del paisaje, mientras la tarde va cayendo y todo se tiñe de tonos rojizos.

Porque, ante todo, hemos venido a esto, a tener un encuentro virtual con la naturaleza. Porque más nos vale asumir desde el principio que, tras una hora de juego, podemos volver a la base con las manos vacías. Y si no estás dispuesto a aceptarlo, mejor no des el primer paso.

El juego corre sobre motor gráfico de autoría propia, que no será el último grito en tecnología, pero cumple muy bien su misión, ofreciendo complejos y detallados paisajes naturales de espeso follaje y efectos de luz realistas. Y que incluyen los ya clásicos cambios climáticos o ciclo día/noche en tiempo real.

Por si no ha quedado aún claro, theHunter™: Call of the Wild tiene una buena porción de simulador de paseos. Además, no sólo hay animales que cazar. Tienes misiones de tomar fotografías o encontrar cosas, hay coleccionables y puedes ir descubriendo áreas y lugares clave del enorme mapa que al principio aparecen oscurecidas.

Y si somos capaces de dominar el entorno, de movernos por el bosque como un auténtico cazador, entonces la recompensa es el encuentro con la pieza.

Acercarnos a un animal no es tarea fácil. Ir corriendo por el bosque solo servirá para asustar a toda criatura capaz de vernos, oírnos u olernos. Junto con la paciencia, el sigilo será nuestra estrategia para poder acercarnos lo suficiente como para asegurar un disparo limpio. Para ello, debemos tener en cuenta aspectos como la dirección del viento, la visibilidad que ofrecemos, o el ruido que hacemos. Una vez estamos a cierta distancia, se impone el moverse despacio, prestando mucha atención a las huellas y otros rastros dejados por los animales. Los «otros rastros» son cacas, y con tiempo y dedicación podréis convertiros en expertos como yo, capaz de distinguir a simple vista las de ciervo — tipo aceitunas —, de las de zorro — choricillos — o las de búfalo — pastel —…

El juego ofrece toda una gama de ayudas visuales que pueden ser ajustadas en el menú de opciones. Pero yo recomiendo reducir estas ayudas al mínimo para hacer la experiencia lo más realista y desafiante posible.

Las armas también son realistas. El pulso nos va a temblar siempre, que sea más o menos dependerá de cuestiones como la posición desde la que disparamos, lo acelerado que tengamos el pulso —por ejemplo, después de correr—, o que contengamos la respiración unos segundos.

No es recomendable disparar a lo loco sin tener un blanco claro, ya que el ruido auyentará a todos los animales y creará una «zona cinegética» que hará que teman volver ahí durante días. Además te cuesta una bala, y no son baratas.

Con frecuencia, un primer disparo nos pondrá tras el rastro de un animal herido que huye al galope. Aquí los restos de sangre serán de gran ayuda para no perderlo. Si hemos realizado un buen disparo, normalmente acabaremos encontrando al animal muerto en lo más profundo del bosque.

Es un mundo virtual que no deja de crecer, gracias a los DLCs que los desarrolladores siguen publicando de forma periódica. Y ojo, en general yo no soy defensor de los DLCs, pero en este caso concreto recomiendo hacerse con todos, porque valen la pena.

La experiencia no podría ser más satisfactoria. Por supuesto, no es un juego apto para todos los públicos. Hay que tomárselo con paciencia, de otro modo no vale la pena intentarlo.

Cuando entro al bosque, yo sé que no siempre voy a cazar algo, pero voy a disfrutar intentándolo. Y por el camino, los paisajes, la atmósfera, la naturaleza me absorben hasta hacer que me olvide de la realidad. Que es una de las razones por las que jugamos.