En la década de los 90, el first person shooter es el género de moda y todos los estudios quieren publicar el suyo. Apogee, que más tarde pasaría a llamarse 3D Realms, y que han publicado los juegos de id Software hasta ahora, lanza en 1995 Rise of the Triad. Pero este no es solo «otro» imitador de los juegos de id Software.

Cuando echan a Tom Hall de id Software, este se va a Apogee a trabajar con sus antiguos socios en el negocio del shareware, Scott Miller y George Broussard, pasa a liderar un equipo llamado «desarrolladores de increíble poder» (Developers of Incredible Power). Y su primer proyecto no es otro que una licencia de id Software, ya que van a crear la segunda parte de Wolfenstein 3D.

Pero con el lanzamiento de Doom, en id Software comprenden que no tiene sentido publicar de forma paralela un juego técnicamente inferior, así que cancelan el proyecto. No obstante, en 3D Realms tienen una buena parte del trabajo ya hecho y deciden seguir adelante, simplemente eliminando toda referencia a «Wolfenstein» para publicarlo como un juego propio, bajo el nombre de «Rise of the Triad». Aún así, es fácil reconocer elementos que delatan su origen, desde elementos del decorado, armas de la segunda guerra mundial, a uniformes que recuerdan a los nazis.

Al inicio, podemos elegir entre cinco personajes con distintas características de puntos de vida, velocidad y precisión, un curioso toque de rol para un juego de este estilo. Estos cinco personajes no son otros que los que Tom Hall había diseñado en un principio para Doom y que Romero y Carmack descartaron.

Tras una pequeña introducción narrativa en la que se nos cuenta cómo llegamos a la isla, pasamos a la acción. Matar enemigos, recoger armas y munición, llaves, secretos, buscar la salida del mapa… Es lo que esperábamos de un juego como este, no tiene mucha más complejidad. Tampoco hace falta.

El juego destaca por su selección de lanzacohetes y otras armas especiales de gran potencia, que nos permitirán no solo eliminar enemigos, sino masacrarlos, destrozarlos, pintar las paredes con ellos… Es como si tomaran la mala fama de violencia y gore que arrastra el videojuego en estos años y la llevaran hasta sus últimas consecuencias. Pero con un sentido del humor irreverente y gamberro.

Podemos encontrar diversos potenciadores que nos ayudarán o perjudicarán en nuestra aventura: nos permitirán volar, convertirnos en Dios, rebotar como una pelota de goma contra las paredes, o sufrir los efectos de las «setas mágicas»… Y por supuesto, no nos olvidemos del mejor de todos: ¡convertirnos en perro!

Podremos reunir enormes monedas que recuerdan a juegos de plataformas clásicos, como Mario o Commander Keen, y al reunir 100 se nos dará una vida extra. Una mecánica heredada del pasado que, extrañamente, no aporta nada a un título que permite guardar partida en cualquier momento.

También nos encontraremos con trampas móviles, como cuchillas que giran en columnas o pinchos que salen del suelo. Hay plataformas que nos lanzarán por los aires permitiéndonos alcanzar posiciones elevadas. Y enemigos que se rinden y se hacen los muertos, para luego dispararnos por la espalda. Hay toda una lista de detalles curiosos y originales.

En ningún momento se intentan representar espacios reconocibles, como habitaciones, comedores, salas de reuniones o algo que recuerde a una base militar, por ejemplo. O calles, edificios, almacenes, plazas… Tampoco hay puntos de referencia claros que nos permitan orientarnos o que hagan ningún nivel especialmente memorable. El escenario de Rise of the Triad es un gran laberinto sembrado de trampas y enemigos y no tiene otra finalidad que la de desafiarnos como jugadores.

El juego utiliza el motor de Wolfenstein, pero muy mejorado. Ahora permite mayor nivel de detalle, texturas de suelo y cielo, distintas alturas, mayores distancias y otras virgerías técnicas. Por otro lado, el mapa sigue generándose sobre una cuadrícula, las paredes se hacen a base de bloques y solo se pueden proyectar en dos ejes espaciales.

Para terminar, tiene un completo apartado multijugador, con diversos modos de juego, incluyendo capturar la bandera, en una época en la que este modo de juego aún no era nada común y la mayoría de los jugadores ni siquiera tenían acceso a internet.

Y tiene hasta un generador de niveles aleatorios.

En Apogee consiguen un juego que aventaja notablemente a su predecesor, Wolfenstein. Se basa en tecnología que ya está anticuada en el momento de publicarlo, y esto hará que el punto débil del juego sea el diseño de niveles. Pero los desarrolladores de increíble poder saben exprimir al máximo esa tecnología y dotar al juego de personalidad propia.

El mayor problema que tiene es que, en una década en la que los FPS se superan técnicamente año a año y la carrera tecnológica es durísima, este juego quedará inmediatamente relegado a una segunda división, a la sombra de gigantes como Doom.

Rise of the Triad es un juego rápido, violento, divertido y caracterizado por un peculiar humor gamberro. El protagonismo de las armas pesadas, o la posibilidad de convertirnos en perro, le dan esa personalidad diferenciadora dentro del género. Quizá no tiene un hueco en el Olimpo de los grandes clásicos, pero si nos acercamos a él aceptando sus limitaciones, puede darnos una experiencia de juego muy satisfactoria.