Uno no sabe muy bien qué esperar cuando se sienta ante un juego de un pequeño estudio ruso, ahora afincado en Kazajistán por su oposición a la invasión de Ucrania, con un nombre tan peculiar como INDIKA y cuya una premisa argumental es el viaje de autodescubrimiento de una monja ortodoxa del siglo XIX. INDIKA es en apariencia un juego raro y puedo afirmar que esa sensación de extrañeza no se queda solamente en la apariencia, pero, al mismo tiempo, no es un juego tan raro como podría parecer. Puede parecer que me estoy contradiciendo, pero justamente este tipo de dualidades y contradicciones aparentes forman parte indispensable de INDIKA.

INDIKA es una especie de aventura narrativa, muy similar a los juegos de la saga A Plague Tale, pero no se queda solamente en eso. En momentos muy concretos de la historia, se nos ofrecen relatos fragmentados acerca de la infancia de Indika, contados a través de minijuegos de pixel art en 2D con cosas tan locas como carreras de karts o niveles plataformeros. Son los momentos más rupturistas y experimentales a nivel jugable y se agradecen, pues sirven para proporcionarnos algo de descanso durante largos tramos de puzles o secuencias de persecución y, a pesar de lo extraños que son, funcionan para explicarnos más cosas sobre Indika y conocer cómo acabó vistiendo los hábitos y por qué se hace las preguntas que se hace.

Y es que la narrativa de INDIKA está fuertemente inspirada por el existencialismo y por los autores clásicos de la literatura rusa, por lo que no tiene reparos en plantear una y otra vez grandes cuestiones filosóficas ¿Tienen realmente los seres humanos libre albedrío? ¿Existen el bien y el mal? ¿Dónde puede conducir la fe en un mundo absurdo? INDIKA aborda todas estas cuestiones y muchas más, haciendo un excelente trabajo a la hora de cuestionar la fe, las dudas y la moralidad.

Al comienzo de su viaje Indika se cruza con Ylia, un prisionero fugado, y por razones que no voy a desvelar acaban compartiendo el camino. Ambos pasan el tiempo enzarzados en un profundo debate sobre sus creencias. Indika está atravesando una crisis de fe y tiene muchas preguntas sin respuesta sobre Dios y el pecado, mientras que Ylia cree haber experimentado un milagro. No solo eso, la exploración de los temas filosóficos tratados en el juego se hace también con otra herramienta clave: Indika vive atormentada por la voz del Diablo. Se ha metido en su cabeza y una y otra vez intenta tentarla y provocarla para que se aleje del absolutismo moral que haría que el mundo fuera fácil de navegar.

Sobre el papel, todo esto suena bastante espeso y es cierto que INDIKA no es para nada una narración sencilla y ligera, con moralejas claras y sin ambigüedades. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya espacio para el alivio cómico mediante situaciones extravagantes o absurdas. A pesar de ello, la comedia de INDIKA nunca resulta incongruente o desacertada y, de nuevo, resulta un fiel reflejo de su inspiración en las obras capitales de la literatura rusa.

Diría que INDIKA no es un juego para todo el mundo porque, aunque se trata de una experiencia corta de 5-6 horas, a veces puede ser resultar bastante espeso y requiere que el jugador sea capaz de concentrarse y escuchar durante todo el juego, lo cual no siempre es sencillo si tenemos en cuenta que hay tramos jugables que son deliberamente plomizos o repetitivos y que el bucle jugable básico en su esencia más básica consiste en ir de A hasta B resolviendo por el camino algún puzle que puede implicar empujar bloques, manejar maquinaria o mover puentes o plataformas para poder avanzar. Hay muy poca interactividad en el mundo de INDIKA; las plataformas por las que se puede subir están claramente delimitadas, al igual que los elementos de los puzles.

Alguna vez se incorpora alguna secuencia de acción en forma de persecución o ataque, pero estas secuencias son un tanto frustrantes. Los controles no acaban de responder con toda la fluidez que sería necesaria y la experiencia acaba resultando un tanto tosca, siendo quizá algunos de los peores momentos del juego, aunque, por suerte, son bastante breves.

No es el único momento en el que INDIKA muestra su naturaleza como desarrollo con relativamente pocos recursos. El apartado técnico es un tanto irregular, puesto que hay frecuentes cargas y tirones al cambiar de escenario o al iniciar secuencias de video, incluso en un PC de gama media-alta. Sin embargo, a pesar de lo molestas que resultan estas caídas de la tasa de imágenes por segundo, el apartado visual es fabuloso y el diseño artístico no se queda corto. La evocación que hace INDIKA de la Rusia de finales del siglo XIX está impregnada de un surrealismo de tintes terroríficos.

Sin embargo, todo esto son problemas un tanto menores. INDIKA me ha llegado por sorpresa y se ha convertido en uno de mis juegos favoritos de este 2024. Quizá un poco más convencional de lo esperado en su estructura jugable y no está carente de las limitaciones y tosquedades inherentes a un proyecto de recursos limitados, pero es un juego valiente y atrevido que atrapa con su misterio y que consigue plantear de forma correcta cuestiones profundas y provocadoras.