Con más frecuencia de la deseada solemos asistir al lanzamiento de supuestos remakes que no aportan ningún añadido sustancialmente novedoso, lo cual es especialmente doloroso en el caso de juegos en los que ha hecho excesiva mella el paso del tiempo o en aquellos que forman parte de sagas en las que las mecánicas jugables se han ido refinando a medida que se han ido publicando nuevas secuelas.

Disgaea 1 Complete es uno de esos casos en los que la entrega que nos ocupa, publicada originalmente para PlayStation 2 en 2003, no ha envejecido demasiado bien, pagando un alto precio por ser un capítulo inicial con amplio margen de mejora. En circunstancias ideales se habría aprovechado el lanzamiento de este remake para incorporar añadidos que suavizasen sus aspectos más ásperos, acercándolo de ese modo a la experiencia mucho más pulida que se puede experimentar en cualquiera de los títulos a los que precede, en especial a la que se ofrece en Disgaea 5.

Sin embargo, desgraciadamente, apenas se han realizado modificaciones en el apartado jugable y el peso de la novedad recae casi en exclusiva en el apartado gráfico, donde se ha hecho un trabajo notable a la hora de actualizar y rediseñar tanto los escenarios como los modelos de los personajes. El resultado final, a pesar de que se vea un tanto empañado por la presencia de algunos efectos gráficos que no se han retocado a la hora de lanzar determinados hechizos, es bastante resultón y, en líneas generales, no desentona para nada en pleno 2018.

Es una lástima que el aparentemente sencillo -aunque poco a poco va creciendo en complejidad y profundidad hasta llegar a ser francamente difícil de dominar- sistema de combate siga estando plagado de desequilibrios y tosquedades solucionadas en sus secuelas y que son difícilmente comprensibles a día de hoy, como la imposibilidad de los curanderos de ganar experiencia mediante las curaciones, así como de una innegable tendencia al grindeo enfermizo, aunque desde la fecha de lanzamiento en Japón se han ido publicando parches que suavizan y rebalancean estas características, sin que se entienda demasiado bien su ausencia inicial y sin que se sepa demasiado bien cuál es la hoja de ruta que se pretende seguir con ellos en un futuro.

Donde Disgaea no ha envejecido nada es en su absurdamente deliciosa línea argumental, plagada de chascarrillos, juegos de palabras, roturas de la cuarta pared y un constante humor absurdo y extravagante que ya se desliza desde la premisa inicial, la cual nos invita a recuperar el trono del Inframundo tras el fallecimiento de nuestro padre a causa del atragantamiento con una galleta. A este enfoque humorístico contribuye un plantel de protagonistas plagado de personajes memorables y carismáticos, con un guión plagado de puyas y líneas para el recuerdo, aunque es conveniente recordar que todos los textos permanecen en inglés.

Disgaea 1 Complete alberga centenares de horas de juego, siendo un SRPG que bajo su primera capa de sencillez alberga un título complejo y extremadamente divertido, pero arrastra consigo todos y cada uno de los problemas del lanzamiento original, lo cual lo convierte en un título enfocado únicamente a los jugadores más pacientes, aquellos que puedan perdonarle todas sus aristas y puedan dedicarle la infinidad de horas de grindeo que requiere para progresar y exprimir todos sus secretos. Es una lástima que no se haya aprovechado este remake para lanzar una versión verdaderamente definitiva, lo que se entiende todavía menos si tenemos en cuenta la cantidad de reediciones y versiones del primer Disgaea que se han realizado ya.

Veremos si se tiene pensado continuar el soporte mediante actualizaciones —algo que aparentemente no tiene demasiado sentido cuando hablamos de un sistema de juego con quince años a sus espaldas, por lo que sus problemas ya eran bien conocidos mucho antes de que comenzase el trabajo con este remake— o si por el contrario se queda en una simple maniobra de maquillaje con la que intentar acallar la voz de los fans más críticos.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por NIS América