Para cualquiera que haya intercambiado conmigo más de un par de palabras hablando acerca de videojuegos no debería de ser un secreto que Suikoden es una de las sagas de mi vida. La franquicia de Konami creada por el tristemente fallecido Yoshitaka Murayama forma parte de algunos de mis recuerdos más preciados sosteniendo un mando. Es por eso que recibí con una mezcla de incredulidad, ilusión y miedo el anuncio de su largamente esperado regreso en forma de remasterización de las dos primeras entregas bajo el nombre de Suikoden I&II HD Remaster Gate Rune & Dunan Unification Wars.
Los inicios de la saga Suikoden datan del ya lejano 1993. La generación de los 16 bits se acercaba a su final y Konami, una de las third party más reputadas del sector, había decidido dar luz verde a la creación de su propia consola de videojuegos. Para ello decidió encargar a un selecto grupo de empleados la creación de los primeros juegos que sostendrían el catalogo de lanzamiento de la nueva máquina, entre los que estaba Yoshitaka Murayama. Murayama había entrado en la empresa unos meses antes para unirse al departamento de calidad y ahora, junto a Junko Kawno, otra recién llegada a las filas de Konami, se ponía al frente del desarrollo de Suikoden, un JRPG con el que tendría la ocasión perfecta de poner en práctica su filosofía de diseño.
Murayama era un apasionado de las grandes historias que ya en el lejano comienzo de los años noventa creía en el potencial de los videojuegos como medio narrativo, por lo que con Suikoden pretendía alcanzar un equilibrio entre jugabilidad y narrativa. El objetivo era contar una gran historia, pero sin renunciar al aspecto lúdico e interactivo. Para ello se inspiró ligeramente en Shui Hu Zhuan, conocida en estas tierras como Bandidos del Pantano o El margen del Agua, una de las obras capitales de la literatura clásica china. La idea fundamental extraída por Murayama fue la de la rebelión contra un gobierno opresivo, una que se iniciaría con una pequeña chispa y que acabaría con 108 héroes unidos para comandar una autentica insurrección. Los planes de Konami para desarrollar su propio hardware se truncaron y Suikoden acabó por convertirse en un juego de PlayStation, pero los conceptos de Murayama iban tomando forma.
Suikoden nos ponía en la piel del hijo de uno de los generales del Imperio Luna Escarlata. Al comienzo del juegos nos encontramos con que nuestro padre debe partir en una campaña para pacificar la frontera norte del Imperio, por lo que debemos quedarnos a cargo del domicilio familiar en compañía de los sirvientes de nuestro padre que, a su vez, nos ayudaran a comenzar nuestra carrera dentro de las filas del ejercito imperial. Tras unas cuantas misiones nuestro personaje sale poco a poco de la burbuja en la que se ha criado para ir descubriendo la verdadera naturaleza de un Imperio que no duda en oprimir y masacrar a su propia población para mantenerla bajo control. Finalmente, tras una serie de giros de guion que no quiero descubriros, nuestro personaje acaba liderando una rebelión contra el propio Imperio.
La gran novedad de Suikoden, además de su poderosa narrativa repleta de giros de guion, era el concepto de las 108 Estrellas del Destino basado en los 108 héroes Shui Hu Zhuan. Nuestro personaje estaba predestinado a convertirse en un líder militar, pero aquí, al contrario que en muchos otros JRPG, no podemos luchar contra el sistema en solitario. Necesitamos, en definitiva, construir un ejercito, para lo cual debemos reclutar gente, encontrar otros compañeros que nos presten su apoyo y sus habilidades. Muchos de estos compañeros se nos irán uniendo mediante eventos de la propia historia, mientras que otros son opcionales -podemos finalizar el juego sin ellos, aunque reclutarlos a todos desbloquea un final distinto- y cada uno tiene sus propios requisitos de reclutamiento que se convierten muchas veces en intrincadas misiones secundarias. Lo bueno, o lo malo, es que apenas se nos dan pistas de lo necesario para conseguir que determinado personaje se una a nosotros y estos requisitos pueden ser exageradamente crípticos en ocasiones, pero también dan variedad a una aventura plagada de minijuegos y de contenido secundario.
Suikoden se publicó en Japón a finales de 1995 y tardó algo más de un año en llegar a Occidente. Inicialmente estuvo muy lejos de ser un éxito de ventas, especialmente en un Occidente en el que género no explotó del todo hasta la posterior aparición de Final Fantasy VII, pero poco a poco se fue ganando muy buena reputación gracias al boca a boca, lo cual convenció a Konami para dar luz verde a una secuela.
Suikoden II recogió todos las características del original y las potenció de forma extraordinaria. Inspirándose en eventos históricos reales, como la Disputa Chu-Han o las Guerras Medicas, Murayama creó una historia que, si bien reutiliza numerosos conceptos de la primera entrega, consigue ser más ambiciosa. Suikoden II transcurre en el mismo universo del primer juego, pero varios años más tarde y en una zona muy próxima. Se trata de historias totalmente distintas, pero aquí entra en juego una de las intenciones principales de Murayama a la hora de crear la saga: construir para ella un mundo en constante evolución. Se hacen guiños y referencias a los hechos del primer juego, pero tratándolos como lo que son para muchos personajes de Suikoden II: un evento histórico ocurrido hace varios años en otro país. Está continuidad histórica también se traslada a varios de los personajes reclutables, que repiten su papel y esto permite avanzar en sus historias personales al poder verlos años más tarde, o a los elementos mitológicos compartidos entre ambos juegos y en los que se profundiza en cada nueva entrega de la saga.
Suikoden II, como ya digo, transcurre al norte de los territorios del Imperio de la Luna Escarlata, dos años después del final de la Guerra de la Runa Puerta narrada en el primer juego. Este lugar lleva años desangrándose por la guerra entre el reino de Highland y las ciudades-estado de Jowston, sin que ninguno de los bandos sea capaz de poner fin a la espiral de odio en la que se encuentran atrapados. Al comienzo del juego se acaba de firmar una tregua, pero no tarda en romperse y ambos territorios se ven de nuevo arrastrados a una guerra total.
La guerra es de este modo nuevamente la gran protagonista de la historia, pero en este caso la trama que se desarrolla es, si cabe, aun más madura y profunda que la de la primera entrega. No miento si digo que Suikoden II me parece que cuenta con una de las mejores narrativas que ha dado el medio. Es cierto que hay muchos tópicos del genero y mucho espacio para el alivio cómico, pero pocos juegos han tratado de una manera tan cruenta la guerra. Considero que la historia es tan buena que es mejor que cuente lo menos posible acerca de ella, pero Suikoden II no tiene problemas en hacer un retrato sombrío de la condición humana y a lo largo de 35-40 horas veremos todas las miserias de un conflicto bélico en forma de matanzas indiscriminadas, genocidios, traiciones y ambición en la lucha descarnada por el poder. Por supuesto también hay luz entre tanta oscuridad y el juego se esfuerza en dar un mensaje esperanzador, pero, teniendo en cuenta la situación actual de nuestro propio mundo, hay pasajes de Suikoden II que se me han hecho bastante más duros ahora que en el momento en el que lo jugué por primera vez.
La jugabilidad sigue el mismo camino de la narrativa, recogiendo las bases del primer juego y potenciándolo todo hasta el infinito. Suikoden II está tan pulido y hace tanto por mejorar y ampliar los elementos de la primera entrega que por momentos casi parece un reboot o un remake de esta. Todo es reconocible: el sistema de combate, las mecánicas, las luchas entre ejércitos que en está ocasión adoptan el enfoque de una especie de RPG táctico por turnos -no os asustéis, pues no son muchas y en muchas ocasiones el resultado está predefinido, siendo un recurso más narrativo que jugable-, los 108 personajes a reclutar, los numerosos minijuegos… Es, sin ninguna duda, uno de los juegos de mi vida y uno de los mejores JRPG de la historia.
Suikoden nunca obtuvo el nivel de reconocimiento que merecía. Murayama abandonó Konami por razones desconocidas poco antes del lanzamiento de Suikoden III y posteriormente se lanzaron un par de entregas principales más, con suerte algo dispar. Suikoden IV es la oveja negra de la saga y Suikoden V se consideró una buena entrega que marcaba regreso al buen camino, pero la luz de la franquicia se apagó con ella. Han pasado 19 largos años desde la publicación de Suikoden V, en los que unicamente se ha lanzado algún spin-off como Suikoden Tierkreis o alguna reaparición menor en forma de mantener viva la distribución de algunos juegos a través de alguna plataforma digital como PlayStation Network.
Suikoden I&II HD Remaster Gate Rune & Dunan Unification Wars es, en definitiva, el primer gran movimiento que realiza Konami con la saga en casi 20 años. Y lo cierto es que el resultado es muy satisfactorio, pues el equipo encargado de las remasterizaciones ha hecho un autentico trabajo de orfebrería, demostrando un cariño superlativo por la saga. Han sabido que puntos tocar y cuales mantener para conseguir actualizar el juego a nuestros tiempos, pero manteniendo en todo momento el respeto por la obra de Murayama y su equipo.
La primera y más evidente mejora es visual. Se han reconstruido todos los fondos del juego para adaptarlos a las resoluciones actuales, añadiéndoles más detalle y mejoras en cuestión de iluminación y efectos especiales, pero respetando al extremo el estilo artístico original y consiguiendo un resultado que se asemeja mucho al gran trabajo realizado por Revolution con su remasterización de Broken Sword. También se ha rediseñado parte de la interfaz, se han reconstruido las cinemáticas y se ha conseguido que el equipo original de artistas hiciera nuevos retratos para los cuadros de dialogo de los personajes.
A nivel jugable tenemos numerosas mejoras de calidad de vida, como la posibilidad de aumentar la velocidad de las batallas, un registro de las últimas conversaciones o la posibilidad de elegir entre tres modos de dificultad. Una de las mejoras más imprescindibles consiste haber añadido a Suikoden I la opción de que nuestro personaje pueda atravesar los escenarios corriendo como en Suikoden II, algo que se echaba en falta en el juego original una vez probada su secuela. Todo esto se acompañado de numerosos extra, tales como un reproductor para la banda sonora de ambos juegos y una galería en la que ver las cinemáticas, los eventos o los diferentes finales.
Asimismo, Suikoden I ha sido traducido por primera vez a nuestro idioma de forma oficial y, aunque quizá la traducción pueda ser demasiado neutra, lo hace de forma que la historia resulta totalmente comprensible. No es una obviedad señalar esto, pues Suikoden II, que sí fue traducido para su lanzamiento original, nos llegó en su día con una traducción que presentaba numerosos errores y que por momentos no estaba muy lejos del despropósito de Final Fantasy VII. Por suerte, aunque parece haberse tomado la traducción original como base, los textos de Suikoden II también han sido revisados para esta remasterización y, si bien algunas expresiones o diálogos siguen presentando algún error o resultando muy poco naturales, la presentación de los textos es ahora sensiblemente mejor.
Ambos juegos llegan además pulidísimos de lanzamiento, con un rendimiento impecable y sin un solo bug importante, por lo que todos mis miedos, tanto aquellos referentes a la calidad de la remasterización como aquellos referentes al efecto que el paso del tiempo hubiera podido causar en mi percepción de ambos juegos, se disiparon casi al instante. Konami nos ha entregado una remasterización perfecta de dos JRPGs que, y especialmente Suikoden II, en 2025 pueden seguir sentándose en la mesa de los más grandes de la historia. Ojalá que esto consiga ser un nuevo principio para una saga que siempre ha merecido mejor suerte.