En una industria capaz de sorprendernos cada día, hay veces en las que nos encontramos ante experiencias muy complicadas de calificar. Género, enfoque, objetivo… Hay cosas a las que es mejor no poner nombre y apellidos, y en esta ocasión nos topamos con una llamada Donut County.

Con una propuesta similar a una suerte de Katamari del revés, el título a cargo de Ben Esposito nos propone ponernos a los mandos de un agujero. Un simple agujero capaz de engullir desde una mísera cáscara de pipa, hasta un imponente edificio. Una mecánica tan sencilla como efectiva que se convierte en la piedra angular de una historia de lo más excéntrica: BK, un simpático mapache, decide descargarse una aplicación para su smartphone y emplearla para controlar el citado agujero. ¿Por qué decide hacer uso de ella y comenzar a tragarse las propiedades de sus convecinos? ¡Porque si alcanza el máximo nivel podrá controlar un dron! Sí, la absurdez de su premisa argumental no dista mucho de la de sus mecánicas jugables.

Para BK, lograr su objetivo es lo más importante en un día a día marcado por la rutina —y por su vagueza— pero, al mismo tiempo, es consciente de que la manera de alcanzar su meta está molestando a los habitantes del pueblo, y es que a nadie en su sano juicio le haría gracia que un agujero controlado por un teléfono móvil se tragara sus cosechas, mascotas e incluso su casa. Es en esta «conversación amistosa» entre nuestro protagonista y sus vecinos acabamos encontrando una pequeña pero muy particular historia, marcada por el repaso a los hechos acontecidos, aunque el mapache en cuestión trata de hacer ver a toda costa que él no tiene absolutamente nada que ver con el desastre que está azotando sus vidas…

El juego, que se encuentra disponible para dispositivos iOS a través de App Store, llega a PlayStation 4 presentando un aspecto visual muy resultón, sencillo y efectivo, en el que destaca su estilo animado y el hincapié por mostrarnos algo muy alegre y colorido. Y es que el sentido del humor es una pieza clave para entender el contexto de Donut County: una experiencia para relajarse y dejarnos llevar por ese agujero que engulle objetos a la velocidad de la luz mientras esbozamos una sonrisa provocada por los momentos tan peculiares de los que somos testigos.

He analizado un sinfín de títulos, pero no sabría cómo recomendar Donut County. No creo que sea necesario diseccionar sus apartados en busca de una palabra que lo clasifique en un género determinado. Tampoco creo que sea justo valorar su duración —muy escasa— o profundizar en la simpleza de sus mecánicas. Simplemente, considero que estamos ante algo único en su especie, lo suficientemente original como para pensar que cualquier persona no tenga problema alguno a la hora de sentarse, olvidarse de sus quehaceres del día a día y disfrutar de una experiencia que no te pueden contar; tienes que vivirla.