Hablar sobre las situaciones y planteamientos que llevan ofreciendo los videojuegos en cincuenta largos años es un ejercicio tan laaaaaaaaaaaaargo como redundante para cualquiera que conozca un poco este arte. Vale… ¿Y que tal si el protagonista de un juego fuera un… agujero? Lo grande de esto es que estamos en un punto donde esta premisa genera curiosidad pero no sorpresa, o no una gran sorpresa ¿No se ha paseado por aquí hace poco la pelota del PONG como protagonista de un juego? Donut County es la historia de un pueblo tranquilo, de falta de previsión, de ambición, y de muchos agujeros.

Este sencillo pero trabajado juego es la obra en gran medida de Ben Esposito, y es otro viejo conocido de este portal con un Probando, al que sinceramente, yo solo le voy a poner un numerito y otras fotos. Porque la grandeza de este juego es conseguir mucho mientras hacemos poco, o parece que hacemos poco.

Donut County es una sencilla y tranquila comunidad habitada por animales parlantes, donde solo hay una muchacha humana, amiga del mapache dueño del puesto de Donuts, que ha causado un cierto quebranto en la región por cumplir objetivos de empresa de mapaches y buscar una recompensa en forma de un cacharro volador a sus méritos laborales, a través de una aplicación para su tablet.

Os habrá sonado a chino, esto solo se puede comprender bien mientras lo juegas. La historia combina hechos pasados en cada fase con el presente de los protagonistas contándola, para resolverla en un último acto contra el sistema y la ambición que lo sustenta. Que no, que lo veo escrito y no puedo transmitir el sentido. Pero cuando os acerquéis al juego lo veréis sin problema.

Con el sistema de juego pasa algo parecido, es fácil de leer y comprender. Pero será cuando estemos manejando a nuestros inocentes agujeros cuando de verdad veamos como encaja todo lo que aquí expongo.

Todas las buenas historias empiezan en el retrete, como dijo Billy Wilder, Chuck Norris o Jesucristo entre otros.

Muy fácil de jugar: un stick, el ratón o la pantalla táctil de nuestros smartphones para mover a nuestro agujero en cada nivel. Tragamos, tragamos y tragamos para hacernos más grandes y tragar cosas de mayor tamaño. Cada nivel termina cuando hayamos engullido todo. Pulsaremos un botón para pasar diálogos, empezar cada fase, y para un añadido adicional que sube interacción y resolución de situaciones.

En el sencillo acto de tragarnos cosas nos encontramos con una física divertida que pretende transmitir credibilidad pero no nos enfarranga en el elevado número de reacciones que los cuerpos y elementos sufren en contacto con nuestro vacío y redondo avatar. Es tan divertido como estimulante ver como movemos el agujero para conseguir que una caja, una hamaca con un pobre diablo durmiendo, un arroyo o un montículo de roca, encaje, se ajuste y consiga formar parte de nosotros.

Nos hacemos cada vez más grandes, tenemos más hambre ¡ENTRÉGATE AL AGUJERO!

Entra, hay sitio, estarás feliz. Olvida tus preocupaciones, el agujero te ama.

Como mi compañero apuntó hace dos años y medio, es imposible no pensar en un Katamari pero justo a la inversa. Tragar, devorar, engullir, hacer desaparecer, que todo forme parte del subsuelo… tiene un efecto relajante, que viene de la mano de un apartado gráfico simpático, de colores planos y diseño sencillo. Veo semejanzas en gráficos, físicas y ese sano deseo de putear gente -o animales antropomórficos, vamos- replicado de forma muy cercana en Untitled Goose Game, aunque no hay cruces de staff en ambos juegos.

Resolución de sencillos puzles situacionales que aumentan un poquillo su complicación cuando el agujero expulsa cosas frente a solo engullirlas, pero que no nos pedirá mucho más de una hora y pico para recorrer esta historia sobre una app, una raza y… la basura.

A pesar del tiempo trascurrido de su lanzamiento, siempre merece reivindicar Donut County. Una entrada en el portal por ‘San Queremos’, apoyada por la presencia del juego de Ben Esposito en los servicios de demanda de juegos, como el game pass de Microsoft o Apple Arcade.

«¡NO, A MÍ NO, ASÍ NO!»