Vamos recuperándonos de la entrada a este nuevo año, feliz 2023 por cierto. Queridos lectores, tened un poco de paciencia con nosotros que poco a poco iremos recuperando el ritmo de contenidos, ahora que ya lo hemos hecho con la salud. Ironicamente, la primera entrada retro de este nuevo año no es uno de esos juegos mega-extraños que solo suelo conocer yo en la redacción, sino un título harto conocido para el mitómano de los juegos clásicos 2D. Lo que pasa es que cuando Hagane: The Final Conflict nos llegó en 1995 quedó claramente opacado por diversos motivos. Pero justamente, la primera entrada de 33btis del año, lo volvió a traer de vuelta en cierta manera. Así que se merecía un poquito más de espacio en esta sección sin duda.
Mi compañero Juanma nos trajo el análisis del excelente Vengeful Guardian: Moonrider. Otra joyita neo-retro donde se acumulaban varias referencias clásicos en su diseño y gameplay. Pero no es nada raro que en esa marmita de influencias y homenajes, alguno burbujee más y tenga más sabor y presencia que el resto en el destilado final. Strider y Shinobi serían los ladrillos para construir una gran cantidad de juegos de acción y plataformas, y justamente este Hagane es hijo de ambos, o nieto incluso, por los juegos derivados de aquellos que también inspiraron la creación de este. Lo que pasa es que Danilo Dias y Thais Weiller homenajean sin disimulo y con mucho cariño precisamente al juego que hoy nos ocupa. Y bien que lo merece además.
Hagane: The Final Conflic parte de un equipo pequeño de desarrollo. CAProduction sigue sacando ocasionalmente algún juego en nuestros tiempo, siendo aquí donde debutarían en 1994. Se ven nombres implicados en Thunder Force II y III, o en aquel poco conocido juego de estrategia en tiempo real -RTS para los amigos- Herzog y Herzog Zwei. El potencial de Hagane haría que Red Entertainment les publicase el juego en Japón, y Hudson Soft ya en Estados Unidos y Europa a mediados de 1995, la abejita de la compañía en caja, cartucho y manual, junto a la cara de mala bestia del protagonista dan un contraste divertido.
Sobre la historia no me enrollo mucho. Y lo curioso es que la tiene y con cierta construcción de mundo y entorno, pero es que durante el juego no se trata en absoluto. Es cierto que en aquellos tiempos en este tipo de juegos de acción y plataformas no te metían narrativa in-game en casi ninguno. Lo dejamos en dos clanes ninja rivales, uno mu malo, quiere destruir el mundo. Y cuando el gran guerrero del otro clan queda severamente herido toca convertirlo en una máquina de combate de cualidades formidable ¡Esto es lo realmente importante! Porque en este mundo que aúna futurismo tecnológico con imaginería japonesa, tener un techno-ninja no solo se va a notar a nivel de movimientos, sino de un combate muy completo y variado.
Y es que el protagonista, Hagane, goza de un control y posibilidades que ya sí se me hacen más escasos de ver en este semi-Run’n Gun. A nivel de movimientos, diferentes combinaciones de saltos, deslizamiento, agarre de pared, agarrarse a techos, volteretas laterales… Pero es que el set de movimientos de nuestro ninja vengador es más propio de un beat’em up, sea callejero, o incluso, de un versus. Ah, pena en este caso de no haber encontrado un buen gif.
Dos armas cuerpo a cuerpo, espada y gancho, y dos arrojadizas de número limitado, bombas y kunais, con una bomba a lo Contra III como colofón a las capacidades de acción. Hagane no es un juego fácil, pero esa combinación de movimientos muy variados con los diferentes tipos de ataques y armas, te dejan la sensación de poder hacerlo todo o casi todo… cuando inviertes un poco de tiempo en conocer el juego, claro.
Cinco niveles, con varios subniveles en cada uno, una generosa cantidad de jefes finales y medios, y la esperable variedad de situaciones que nos podríamos encontrar en este género tan refinado en el 94. Luchas a pie contra enemigos de todo pelaje conviven con otros enfrentamientos contra grandes máquinas, momentos de scroll implacable, fases de semi-matamarcianos -recordemos que el juego es combate directo, no disparos… bueno, kunais y bombas, pero… – donde las rotaciones y el modo 7 le sacaban oro a la Super Nintendo, o ese jefe final que combina escalada frenética, cálculo y precisión, con lucha despiadada.
Hagane es, como digo, el ejemplo perfecto de como este tipo de juegos se habían refinado y despuntado. La consola da un puñetero recital visual de sprites, efectos, scroll simultáneo, técnicas gráficas… para aunarse a ese gameplay de rápida acción y reacción, y todos esos movimientos se integran de una manera muy natural en él.
Con todo, creo que hay alguna arista, todo no se ha pulido como debe. Ya no es la dificultad del juego en algunos picos, es que hay zonas que directamente no creo que estén diseñadas adecuadamente, como la 2-2. Toda esa movilidad y agilidad no evita que algunas situaciones sean complicadas de controlar, aunque menos de lo que parece una vez te haces a todos los posibles del control del juego.
Diría que la gran pega real es la música. Acompaña y tiene momentos, pero solo me saldría en la memoria la del nivel 1-1 y algunas variaciones durante el juego. No solo falta más maestría sino también epicidad en algún momento. Ya he comentado que el jefe final es puro nervio, pero no es lo que el tema musical te está transmitiendo.
Hagane apareció en Japón poco antes que Saturn y PlayStaiton. Y cuando salió de su país, la verdad es que al año siguiente estábamos más pendientes de ellas que de un juego ‘como los de siempre‘. Es que incluso para los que íbamos a mantener la Super Nintendo en casa unos años más, ya estaba la propia Nintendo cubriendo de sombras los demás juegos. Salió Hagane en pleno tifón Donkey Kong Country, entre el primer y segundo juego, y esos j-RPGs que Nintendo Europa tanto promocionaba. En España, que trajesen estos juegos por fin en español era otra capa más de negro para otros títulos con menos marketing.
Pero al menos unos cuantos nos fijamos en este hallazgo de la acción y los reflejos. Super Juegos le concedería un meritorio 89, y Hobby Consolas ya subió al 91, en sendas reviews que ilusionaban mucho más que el cristalizarlas en cifras… aunque en aquellos tiempos seguíamos los números con pasión y hasta luchábamos por ellos.
Hagane, sin embargo, cesó de luchar, lograría culminar su objetivo vital y terminó para siempre su andadura en los videojuegos. Ahora solo nos queda su leyenda, que ya hemos visto que ni se ha olvidado ni se ha perdido.