El viernes pasado, mi apreciado compañero de sección retro, Pedro Ibado, lanzó una entrada de un clásicazo como fue el Sunset Riders de Konami. Un juego inolvidable para todos los que lo hayamos conocido en recreativas y versiones domésticas. Así que me entró un picorcillo para ir hacia atrás y hablar de nuevo de Konami en ese inhóspito Far West, a través de dos títulos: Badlands, pero sobre todo, Iron Horse. Gente, bienvenidos a los recreativos de los años 80, preñados de humo de tabaco y gentes de aspecto extraño y siniestro por doquier.

Bueno, las cosas por el principio. En 1983 un tal Donald Virgil Bluth colaboró en una recreativa en laser disc con una parte visual sencillamente fastuosa, Dragon’s Lair. La parte jugable, sin embargo, era muy básica, pulsando algún botón o dirección en el momento justo para seguir viendo esa película, o corto animado, hasta el final. Si no atinábamos con el toque correcto veíamos al protagonista, el caballero andante Dirk, morir en hilarantes cortes animados también. Y hubo una cierta fiebre por presentar arcades similares, aunque no con un gran número de representantes, dado el coste de producir esos cortos o mediometrajes semi-interactivos. Pues Konami lanzó el suyo en forma de aventura del Salvaje Oeste, Badlands.

Esta recreativa surge un año después, en 1984. Y empieza como un western clásico de búsqueda y venganza, aunque luego surjan situaciones que… Pero la verdad es que es un buen representante de este ‘género’, con una animación muy lograda y esa sensación de tener una serie de TV en nuestra recreativa. No tiene la genialidad que el padre de Fievel y el Nuevo Mundo, En Busca del Valle Encantado o Anastasia confirió a sus obras, pero la verdad es que estaba bien… parte jugable muy limitada al margen… Sí, Don Bluth fue un grande de la animación. Curiosamente, este año él también colaboró en otra recreativa laser disc, Space Ace, cambiando el ambiente de fantasía medieval por la space opera.

Bueno, unas imágenes más de este Badlands, no preguntéis mucho sobre los bichos raros esos, por favor…

La verdad es que a mi estos arcades nunca me han convencido. He conocido más representantes en imagen real como el también mítico Mad Dog McCree, o el español Los Justicieros, ambos también westerns. Fue curioso ver producciones hechas con filmaciones reales y cierto presupuesto ¡Coño, que Enrique Urbizu colaboró en ese Los Justicieros, y hasta Alex de la Iglesia en Marbella Vice! Aunque la mayoría de escenas y «actuaciones» daban su ración de pena. En todo caso, realmente mis mejores recuerdos vienen de ese vaquero intentando liberar un tren de cuatreros en Iron Horse.

Iron Horse – Trenes de Oro y Muerte.

La mera pantalla de presentación os aseguro que me encantaba, una pena no poder escribiros la fantástica tonadilla puro Wild West:

El vaquero de Malboro. A juego con lo que se fumaba en los recreativos en esos tiempos.

Lanzado en 1986, Iron Horse es un arcade ya agradecidamente más clásico y convencional. El nombre viene por como los nativos americanos nombraban a los ferrocarriles que recorrían sus praderas, conectando los Estados Unidos de América de un océano a otro. Aquí somo el héroe por antonomasia, vamos a librar un tren -o varios, si somos capaces…- llenito hasta arriba de forajidos y gente de mal vivir.

Al comienzo del juego podíamos seleccionar tres armas: puñetazo, rápido y con capacidad de empujar a los enemigos hacia atrás para golpear a otros aunque escaso en distancia; látigo, con un buen rango de acción y pudiendo golpear a varios enemigos a la vez; y pistola, con buen rango de distancia, rápida y pudiendo usarla mientras nos movemos, aunque solo disparando enemigo a enemigo. Creo que el puño hace las cosas más difíciles, pero la cosa es que da más puntos usarlo. Y la mecánica de juego tiene mucho que ver con la obtención de puntos. Subimos al tren y que sea lo que Dios quiera.

Elige bien, es para TODA la partida

El juego consiste en avanzar adelante, matando, esquivando obstáculos y proyectiles, aguantando algunas hordas al final de cada sección, y pillar puntos y más puntos. A pesar de lo que puedan parecer las imágenes de la entrada, no nos movemos libremente en 360 en esos suelos, o techos, sino que tenemos planos de movimiento lateral, y subimos y bajamos entre los mismos. Aquí ya empiezan las movidas, porque el ritmo del juego es vertiginoso, y moverse entre estas líneas -literal, las vemos en el suelo de los vagones- es un proceso más lento de lo que nos gustaría.

Porque el juego es difícil, de hecho, es MUY DIFÍCIL. Caemos de un simple golpe, cada vez hay más enemigos, lanzan proyectiles que, a diferencia de nuestros ataques -incluida la pistola-, recorren la pantalla de una punta a otra. Tenemos un necesario botón para agacharnos y esquivar, con armas secundarias como proyectiles incendiarios, bombas y…un lazo.

Un malo volando sujetado a un águila. Clásica escena de western

También podemos subirnos al techo de los vagones, o la parte superior al menos en zonas de bultos de carga, haciendo un poco más fácil el recorrido, aunque con menos items y el preciado oro. Pasa que también aquí hay obstáculos que nos obligan a movernos de plano, pero menos, gestionando mejor el caos que puede ser la imparable acción del juego.

De verdad que el juego es muy chungo. Los niveles se dividen en subniveles también, bueno ya sabéis, 1-1, 1-2, 1-3… con esas hordas que he comentado al final de los mismos. Y la idea es que una vez llegados a la locomotora del tren, derrotado el malvado jefe cuatrero, salvado el día, y cabalgando con la chica como recompensa, todo comience de nuevo, 2-1, 2-2… Pero complicándose cada vez más en cada vuelta.

Os aseguro que yo jamás he llegado al final de la segunda fase, que veo es el mismo tren pero todo más difícil. Ni he visto a nadie que lo haya hecho. La recompensa era liberar el primer tren con cinco duros y gracias.

De hecho, las partidas a este juego siempre me han parecido muy rápidas. La primera moneda de veinticinco pesetas que metías te podía dar una sesión de menos de un minuto en tus tres vidas. Y el recorrido del primer tren no llega a los quince minutos. Hasta hay una barra de tiempo para evitar que nos paremos y las veamos pasar, aunque hay algún aliciente visual para tontear.

Será un juego de hace casi 35 años, pero el scroll parallax -que se venía usando años antes, pero recibe este nombre en videojuegos por el juego también del 86 de Sensible Team llamado precisamente así- del fondo muestra paisajes, montañas, desiertos, árboles, ranchos, o la ciudad final cuando estamos cerca de la locomotora. O esos caballos y gente en el plano más cercano. Cada sección repite continuamente una secuencia de fondo, que junto al acertado diseño visual, la sensación de movimiento y velocidad, así como el diseño general del tren, crean un entorno de juego muy sólido.

Vagón del carbón y jefe final a lo Double Dragon ¡Eso es estilo!

Y encima, el sonido está especialmente logrado para el hardware más primigenio que tenemos entre manos. Los puñetazos y disparos suenan, bueno…a lo que suenan. Los latigazos, pero especialmente, la música, tienen una inspiración enorme. He hablado de la pantalla de presentación, pero a día de hoy me sigue pareciendo muy meritorio que a golpe de chiptunes podamos distinguir armónica, banjo o pianola en sus escasas pero muy efectivas partituras.

Pues Badlands no contó con conversiones domésticas. Y este Iron Horse solo tuvo una, la de Commodore 64 en el 87. Sigue las líneas básicas en este sistema, con una fluidez encomiable, diseño y colores más limitados, menos detalles y longitud general del tren, y el SID a tope en sonido y música. Por supuesto, también hay scroll Parallax aquí.

Pues ambos juegos no son de esos que recomiendo fervientemente, como me suele gustar hacer al final de cada entrada. Igualmente, tienen su buena dosis de curiosidad, por algo los he traído aquí ¿No? Así que si les dais una oportunidad gracias a esta entrada… no os enfadéis mucho conmigo por ello, ¿De acuerdo?

«Hasta siempre, amigos – ¿Y nos vas a dejar aquí? ¡Malditoooooooo!»