Monster Boy and the Cursed Kingdom es uno de esos juegos que al completarlo sabes que recordarás, incluso puede que entre en alguno de tus top. Sirve de secuela espiritual del primer título, Wonder Boy: The Dragon’s Trap, juego que recibió ya un completo remake visual en 2017. Si bien recomiendo encarecidamente jugar a Wonder Boy primero, Monster Boy es superior en prácticamente todos los apartados. Ryuichi Nishizawa mejora todos y cada uno de las secciones que hacían grande al primer título, pero manteniendo las ideas principales. Más contenido y más profundidad, con una belleza inusitada.  

Monster Boy and the Cursed Kingdom es un metroidvania donde vamos desbloqueando formas distintas para nuestro personaje. Estas formas son una serpiente, un cerdo, una rana, un león y un dragón, además de nuestra forma original humana. Una vez desbloqueada una forma, podemos intercambiar entre las que tengamos disponibles. Hacer esto es muy importante, ya que cada una de las formas tiene poderes propios. El juego usa esto para de forma inteligente permitirnos el paso por algunas zonas y bloquearnos otras. A pesar de que el juego avanza de forma lineal, siempre se abren lugares nuevos mientras vamos avanzando. Su faceta metroidvania está trabajada y es muy variada, solo por esto ya deberíais comprarlo.

La historia es sin duda la parte más floja de todo el título. Desde el inicio está claro quién va a traicionarte, quien es el villano y que es lo que está ocurriendo. Sin duda un metroidvania no necesita de una historia para ser un juego excelente, pero esta era una de las tareas pendientes del juego original, y Monster Boy no hace un esfuerzo por mejorar. Sin embargo, los personajes que salen, solo por lo simpáticos y agradables que resultan, te sacarán una sonrisa. El momento final puede llegar a ser emotivo, pero al título le falta un poco de cocción para ello. Una lástima, pero nada importante.

Una novedad respecto al anterior juego son las mejoras de equipo; desbloqueamos partes de equipo a lo largo y ancho del mundo, las cuales podemos equiparnos -aunque algunas formas no lo permiten-. Esto incluye botas, armaduras e incluso accesorios. Por si fuera poco, todas las piezas pueden ser mejoradas en una armería que se desbloquea bien entrado el juego. Algunas de las piezas son fundamentales para avanzar: un ejemplo claro es la espada de hielo, sin ella no podemos bloquear la lava cayendo por una cascada y no podemos avanzar. No obstante, muchas otras son secundarias, y añaden un gran contenido secundario y opcional al juego.

También hay una pieza de cada tipo que se considera legendaria. Aunque tendremos que hacernos con la espada para poder terminar el juego, el resto de piezas son opcionales. Personalmente solo he conseguido la armadura, pero todas ellas tienen un aspecto imponente y su obtención añade varias horas de juego. Porque si algo ha mejorado respecto a su antecesor, ha sido la duración. El primer título rondaba las seis o siete horas, mientras que este puede llegar a las veinte si quieres hacer todo el contenido. Si no eres completista, las quince horas también las tienes aseguradas. Otro coleccionable muy común es la trufa; sirve para darnos poderes mágicos de muy variados tipos, y para aumentar las veces que podremos lanzar esos hechizos.

La jugabilidad, como ya he comentado anteriormente, varía según el personaje que usemos, aunque siempre es suave y directa, más que en el anterior título. Por poner unos ejemplos sencillos, la serpiente puede disparar ácido y se puede pegar a algunas zonas, el cerdo es muy lento y puede usar magia y el dragón vuela y lanza fuego. Las habilidades propias de cada criatura son interesantes, pero tampoco hay que obviar como las criaturas en sí mismas interactúan con el entorno; la serpiente puede entrar por huecos pequeños y el cerdo se hunde en el agua. Esto dota al título de aún más profundidad jugable, y no es un chiste por lo del cerdo en el agua. Cada zona la tenemos que explorar varias veces y en varios momentos si queremos sacarle todo el partido.

Los escenarios elegidos son geniales, y hay una variedad más que suficiente. Pasamos de templos malditos a volcanes, pasando por mansiones encantadas o incluso pueblo entre las nubes. Todos los territorios tienen características propias: en las nubes necesitamos unas botas especiales para poder posarnos sobre ellas, en la zona del volcán necesitamos la espada de hielo que he mencionado anteriormente, y mucho más. Esto consigue que el juego se mantenga fresco durante las quince horas que puede llegar a durar. La variedad es importante, y Monster Boy nos ofrece mucha y de calidad.

El juego se divide en dos secciones: puzzles y combate. El combate es suficientemente variado gracias a las distintas armas naturales de cada criaturas, además de las diferentes espadas que podemos encontrar a lo largo del juego. Muchos enemigos finales nos exigirán cambiar de forma repetidas veces y en el momento exacto. Los puzzles son una extensión de lo visto en el combate. Muchos de ellos nos exigen ciertos objetos, magias o demás, pero en general bastará ser un poco avispado y usar las habilidades de cada criatura a nuestro favor. Muchos de los puzzles que el juego nos ofrece pueden parecer complicados a primera vista, pero si esperamos hasta el final para completarlos, tendremos muchísimas facilidades en forma de habilidades que antes no teníamos. Una de las pocas críticas que tengo es lo fácil que me ha resultado en comparación al primer juego.

El apartado gráfico es maravilloso. El aspecto cartoon del que hace gala el juego es inmejorable. En este apartado empata con su predecesor; no sabría cual de los dos elegir. Las animaciones y movimientos de los personajes son suaves y coquetos. Cada vez que me transformaba en un nuevo animal, lo primero siempre era ver sus movimientos, o su animación al agacharse. Musicalmente es un avance respecto al anterior título. Algunas melodías son homenajes a Wonder Boy, pero por supuesto también tiene un gran número de temas nuevos. Todos encajan perfectamente con la zona donde suenan, y algunos de ellos los tarareareis durante bastante tiempo.

En conclusión, Monster Boy and the Cursed Kingdom no supone un antes y un después en los metroidvanias, pero es un ejercicio que debe ser recompensado. Es precioso, jugablemente muy pulido y con una variedad de situaciones, enemigos y mecánicas enorme. Peca de ser demasiado fácil -sobre todo si farmeamos corazones-, pero si jugamos dejando la exploración para el final, la dificultad está bien medida. 

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por FDG Entertainment