Hellblade: Senua’s Sacrifice es un juego único, un experimento audiovisual difícil de describir con palabras. Cuando el talento y el trabajo se dan la mano, salen cosas como Hellblade. Ninja Theory abraza lo inexplorado para crear una experiencia cruda, demencial, absorbente, salvaje.
Es Hellblade el viaje de Senua hacia la locura, hacia la venganza y la redención, destrozando los límites desgarrados de su propia realidad. No es posible entender lo que supone Hellblade sin escucharlo, sin sentirlo. Es tanto así, que podríamos hablar de la experiencia auditiva como un ente independiente dentro del juego. Personalmente, sumergirme en la desquiciada mente de Senua es una de las experiencias más gratificantes que he disfrutado como jugador. Ante todo, Hellblade nos cuenta una historia, un viaje donde se tratan los miedos personales y la psicosis como nunca antes habíamos visto en un videojuego. Realidad y ficción se unen en la mente de Senua para dar cabida a su oscuro sacrificio.
El juego abandona cualquier mecánica que pueda distraer al jugador de la historia y su progreso y opta por un sistema de combate simple, pero efectivo y crudo. Prescindiendo así de cualquier interfaz que resulte obvia y haciendo uso de una cámara que por momentos coquetea con el plano secuencia. Ni mejoras, ni inventario, nada. Solo una historia que vivir, que sufrir, que disfrutar y un sistema de muerte permanente que hará que perdamos todo nuestro progreso si morimos demasiadas veces, tantas como para ser consumidos por la oscuridad.
Los parajes a lo largo de los que discurre la aventura van volviéndose más oscuros y desolados a medida que avanza la desolación de Senua. Pocas veces se ha visto un despliegue audiovisual en un videojuego tan al servicio de contar una historia, tan en pos de la experiencia. Para logar la inmersión total se hace uso de recursos tanto en el apartado jugable como en apartado visual. La integración de la psicosis como elemento está perfectamente realizada. La resolución de puzles se realiza de forma totalmente visual y son estos elementos visuales una interpretación de la forma de manifestarse la psicosis en diferentes pacientes. A todo este despliegue se suma lo que, para mí ha sido más impactante, y es el apartado sonoro. Es absolutamente demencial la capacidad del juego para hacernos sentir intranquilos, nerviosos, psicóticos.
Las voces que anidan en la cabeza de Senua, suenan en la nuestra forma totalmente fidedigna a como las podría experimentar una persona con psicosis. Estas voces nos animan y nos desaniman a seguir nuestro viaje, nos hablan de la muerte, de lo que podemos hacer y lo que no. Solo estas voces crean una experiencia auditiva por encima de cualquier cosa que haya tenido el placer de jugar. Pero el apartado sonoro de Hellblade no es solo eso, las voces de Senua enfrentándose a sí misma en un claro desdoblamiento de personalidad, los desgarradores sonidos de los enemigos y las voces en off entre el susurro y el grito, crean un universo sonoro difícil de imaginar como posible en un videojuego hace solo unos pocos años.
Además Hellblade nos sumerge en la mitología nórdica más oscura contándonos de forma resumida algunas de las fábulas más relevantes del reino de Odín. Nos hablarán así de Mimir, Odín o Freyja y de los nueve reinos unidos por Yggdrasil. Nos relatarán oscuros pasajes de leyenda creando un paralelismo con las distintas etapas de la historia de Senua, pasada y presente.
Hellblade es una experiencia distinta, atrevida, única, salvaje que merece la pena ser disfrutada. No hay que valorar Hellblade como un juego de acción, como hack & slash, ni siquiera como aventura. Hay que valorar Hellblade como experiencia única dentro del mundo del videojuego y hay que dar las gracias a Ninja Theory por su valentía y arrojo. Personalmente acompañar a Senua en su viaje a las partes más oscuras de su mente es la experiencia jugable más enriquecedora que he disfrutado en años.