Hubo un instante en el que la trayectoria ascendente de la saga Star Ocean parecía que acabaría situando a la franquicia entre las grandes sagas del género. Su mezcla de ciencia ficción espacial, fantasía y extravagancias niponas resultaba una receta ideal para el éxito, pero todo comenzó a torcerse tras la generación de los 128 bits. En Xbox 360 y PlayStation 3 Star Ocean: The Last Hope ya resultó divisivo en un momento en el que el género no pasaba por su mejor momento, aunque las cosas acabaron de empeorar con el fiasco de Star Ocean: Integrity and Faithlessness en la pasada generación. Tan gordo fue el batacazo que la saga aparentaba estar herida de muerte.
Se entiende, por tanto, que el anuncio sorpresa de Star Ocean: The Divine Force, recogido dentro del ciclo de resurrecciones y proyectos de medio presupuesto con el que nos ha sorprendido Square Enix estos últimos tiempos, fuese recibido con escepticismo. Quizá conscientes de esa situación, y deseosos de agradar a su publico, los desarrolladores, los conocidisimos Tri-Ace, han regresado en todos los sentidos al momento en el que la saga tocó techo. Divine Force se narra, se juega y se siente como un regreso al JRPG típico de PlayStation 2.
Lo primero que debemos hacer al comenzar The Divine Force es seleccionar al personaje a través del cual viviremos la historia del juego. La elección es vivirla desde la perspectiva de Raymond, un joven capitán mercante cuyo grupo es atacado durante un viaje en nave espacial, lo cual los obliga a abandonarla en capsulas de salvamento que dispersan a la tripulación en misterioso planeta habitado por una civilización más atrasada tecnológicamente, o desde la perspectiva de Laeticia, la princesa de la civilización que habita el planeta y cuyos momentos iniciales consisten en averiguar, junto a su arisco guardaespaldas Albaird, qué es ese objeto cuya caída han detectado. Del encuentro entre Laeticia y Raymond surgirá una alianza que irá más allá de la búsqueda de los compañeros de Raymond, pues ambos acabarán envueltos en un conflicto diplomático entre el reino de Aucerius y el Imperio Vey’l, algo que tendrá importantes consecuencias para toda la galaxia.
La historia no es memorable, pues Divine Force se aferra fuertemente a los clichés y tarda demasiado tiempo en comenzar a desarrollarse de verdad, pues las primeras horas aparentan una simple sucesión de eventos aislados sin demasiada interconexión entre sí, pero todo va encajando poco a poco hasta llegar a un último tercio bastante satisfactorio e incluso sorprendente, durante el cual se agradece todo el trabajo de construcción de mundo y de personajes que se ha realizado durante las horas previas. Además, para los más fans, el juego está plagado de pequeños guiños y referencias a anteriores entregas, a pesar de resultar un título independiente que se sostiene por sí mismo. El hecho de tener dos personajes con distintas perspectivas, aunque las divergencias se limiten a momentos puntuales, ayuda a dotar de rejugabilidad e interés a un título que se puede completar en unas 35 horas.
El combate en Star Ocean se realiza en tiempo real, con un sistema bastante rápido y dinámico, bastante similar incluso al de un hack & slash, aunque, como no podía ser de otro modo, nuestros ataques están limitados por un indicador de puntos de acción que debemos ir dosificando para ir encadenando combos a la vez que controlamos el ritmo para permitir que se regenere. En cualquier momento podemos también pasar a controlar a cualquier otro miembro del grupo, con su profesión especializada dentro de los arquetipos habituales –ataques a distancia, curaciones, tanqueo, etc– lo cual aporta variedad en todo momento.
Visto así podría parecer que el combate de Divine Force es similar al de cualquier Tales of moderno, y de hecho lo es, pero Tri-Ace se ha guardado otro as en la manga: DUMA. DUMA es un dispositivo de alta tecnología que recibimos al comenzar la aventura y que amplía nuestras capacidades en el campo de batalla: actuará tanto como una especie de escudo que podremos activar y también como, y esto es lo más impresionante, una especie de jetpack que nos permitirá desplazarnos a gran velocidad y también por el aire durante un periodo determinado por su energía, gracias a lo cual podremos lanzar rápidos ataques contra nuestros enemigos, fintas aéreas, contraataques o encontrar puntos débiles elevados en los enemigos de mayor tamaño. Así mismo, nos proporcionará habilidades concretas dependiendo de la especialización de nuestro personaje.
DUMA cambia sustancialmente el combate de Star Ocean, potenciándolo y diferenciándolo de sus competidores, pero también tiene su impacto en la exploración de los escenarios, pues DUMA facilita que los niveles se hayan diseñado con la idea de cierta verticalidad, algo que siempre resulta satisfactorio. Lamentablemente, hay que decirlo, los escenarios de Divine Force son un tanto desangelados, pues su gran extensión, pese a no ser un mundo abierto, juega un poco en contra de su capacidad para mantener el interés en determinados momentos, lo cual tampoco se ve favorecido por unas secundarias que, en su mayor parte, son fetch quest sin demasiado interés.
Por suerte el apartado artístico es excelente y resulta un placer adentrarse en todos los lugares por los que transcurre la aventura, algo que compensa hasta cierto punto un aspecto técnico bastante mejorable. Divine Force parece en determinados momentos un juego de hace más de una década y, para colmo de males, tampoco es que rinda especialmente bien.
Habrá que entenderlo dentro de la política de desarrollos AA que ha utilizado Square Enix para traer de vuelta a sus sagas más clásicas y, aunque me habría gustado ver más recursos invertidos en estos regresos, no seré yo quien se queje. Sobre todo porque Star Ocean: The Divine Force es un muy buen juego que cumple su objetivo de resucitar una saga en horas muy bajas.
Este análisis ha sido realizado en PlayStation 5 mediante una copia cedida por PLAION