Al ser humano le fascina experimentar, descubrir cosas nuevas, y es innegable que la evolución de nuestra especie habría sido muy diferente sin esa característica innata tan particular. No obstante, es igualmente evidente lo reconfortante que resulta volver a la calidez de aquello que nos resulta familiar, que ya forma parte de nuestra rutina hasta el punto de que ya no nos imaginaríamos como podría ser nuestra vida en el caso de que dejase de formar parte de ella. Quizá a través de este mecanismo psicológico se pueda explicar el incombustible fenómeno de Call of Duty, una saga que desde hace ya la friolera de dieciocho años acude puntual a su cita con los jugadores de todo el mundo.

Call of Duty: Vanguard, la entrega de este año, supone un nuevo regreso a la Segunda Guerra Mundial, el conflicto ya explotado durante los comienzos de la saga, antes de la revolución que trajo consigo la guerra moderna y de los posteriores desfases futuristas. No es el primer regreso a los orígenes, de hecho Sledgehammer ya lo intentó con World War II en 2017, pero sí que quizás es el que lo ha afrontado de forma más superficial, utilizando dicha ambientación como una mera capaz de barniz bajo la que late la misma experiencia jugable de años recientes.

El modo campaña nos ofrece una interesante perspectiva del conflicto, bordeando por momentos el desenfado y abrazando sin descaro el estilo pulp. La historia se centra en las aventuras del equipo Task Force One, una suerte de «Vengadores» de la Segunda Guerra Mundial formados por la unión de los mejores efectivos de los ejércitos aliados, cuya finalidad es evitar que los nazis completen el desarrollo de un misterioso proyecto que podría cambiar el curso de las etapas finales de la guerra. Se nos invita, utilizando constantes saltos de emplazamiento y de perspectiva como recurso narrativo, a presenciar la creación de esta unidad de elite a través de los ojos y las historias personales de cada uno de sus componentes, lo que sirve de excusa para presentar, como es marca de la casa, un desarrollo extremadamente variado. Tan pronto podemos encontrarnos en el frente del Este controlando a la letal francotiradora Polina Petrova como podemos vernos pilotando el avión del teniente Wade Jackson durante la batalla de Midway.

Esta variedad constante, unida a un gran diseño de misiones y a un colosal sentido del ritmo, da como resultado una campaña divertidísima y muy espectacular, que consigue no aburrir en ningún momento pese a hacernos visitar por enésima vez los momentos icónicos de un conflicto trilladisimo. No se inventa nada nuevo y no lugar para revoluciones ni para cambios de peso, ni siquiera para misiones a la altura de leyendas como la noria de Chernobyl o la representación del asalto de la guarida de Bin Laden, pero la historia de Vanguard es más que solvente y logra cautivar, aunque peca de ser excesivamente corta. Bastarán cinco horas para que los créditos comiencen a rodar, algo que a todas luces resulta insuficiente, sobre todo porque nos quedamos con la sensación de que el final llega cuando más nos estamos divirtiendo.

Por suerte y a pesar de ello, el modo campaña no deja de ser un simple aperitivo de la verdadera estrella de la función: el multijugador. Aquí sí que Vanguard nos ofrece una cantidad ingente de contenido, suficiente como para garantizar que el juego no abandonará nuestro disco duro durante meses. Este modo tiene todavía menos interés en la fidelidad histórica y no resultará extraño ver incongruencias tales como uniformes soviéticos paseándose por partidas multijugador ambientadas en los escenarios del norte de África. Esto tiene su reflejo directo en la propia jugabilidad, que, lejos de apostar por un estilo pausado más acorde con la época, resulta veloz y directa.

Algo en lo que incide directamente una de las novedades de esta entrega: la posibilidad de elegir el ritmo de la partida que queremos jugar, un ajuste que modificará el número de jugadores. El modo táctico nos permite disfrutar los enfrentamientos clásicos de 6 contra 6 ampliables en función del tipo de partida que vayamos a disputar, pero los modos asalto e intenso son una autentica locura, con partidas en las que se pueden dar cita hasta 48 jugadores. No resulta difícil imaginar el frenético carrusel de muertes y reapariciones del que somos testigos cuando los mapas se pueblan con tal cantidad de jugadores.

Dichos mapas, por cierto, son una auténtica maravilla. Llegan en gran número -20- y, con la excepción de un par de reimaginaciones de mapas clásicos de World at War, son totalmente novedosos y se adaptan a todos los estilos de juego. Desde los mapas de tres carriles tan queridos por los veteranos hasta mapas más intrincados y ratoneros, plagados de edificios y recovecos en los que esconderse, pasando por zonas abiertas. Los mapas son uno de los puntos clave para el éxito de cualquier Call of Duty y Sledgehammer ha cumplido con creces, puliendo el gran punto débil de Call of Duty Cold War.

A estos mapas se les ha añadido, además, una gran cantidad de elementos destruibles. No se llega al extremo de Bad Company 2, por supuesto, pero encontrarse con puertas y coberturas que se pueden destrozar a balazos supone un interesante añadido, más por su impacto en la jugabilidad que por su espectacularidad.

Todo esto llega, como no podía ser de otra manera, acompañado de un sin fin de modos de juego: todos contra todos, duelo por equipos, dominio, baja confirmada, buscar y destruir… A los que este año se incorporan patrulla y Campeón de la Colina, un interesante modo competitivo que supone una reinvención del modo Tiroteo, con un formato copero en el que varios equipos disputan combates eliminatorios de forma simultánea hasta que solo queda uno. Es un formato sencillo, directo, pero con una enorme cantidad de matices y de aspectos tácticos, por lo que seguramente consiga hacerse un hueco entre las preferencias de los jugadores.

Queda hablar del modo zombies, el otro gran baluarte de Call of Duty, pero, lamentablemente, este modo de juego continúa perdiendo fuelle y en Vanguard se agudiza su declive, siendo uno de los modos zombies más insípidos e insustanciales de toda la saga. Se ha intentado añadirle novedades, acercándolo un poco al estilo roguelike, pero la cantidad escasa de contenido y lo rápido que cae en la monotonía hacen que sea muy poco recomendable. En diciembre hay planeada una gran expansión de este modo que quizá consiga darle el puntito extra que ahora mismo necesita.

Esta entrega de Call of Duty, en definitiva, parecía llegar con la etiqueta de producto «menor» dentro de la franquicia, pero ha resultado ser un juego muy divertido, artisticamente apabullante, con una gran cantidad de contenido y un multijugador excelente. En Sledgehammer no han querido inventar la rueda, pero sí que han sabido tocar los resortes adecuados a la hora de incorporar pequeñas mejoras. Quizá el próximo Call of Duty Modern Warfare 2 se atreva a realizar la gran revolución que pide la saga desde hace ya un tiempo, pero, mientras tanto, Vanguard es la mejor manera de amenizar la espera.

 


Este análisis ha sido realizado en PlayStation 5 mediante una copia cedida por Hill+Knowlton Strategies