El estudio español Beautifun Games lanzó hace ya seis años Nihilumbra para iOS. Desde entonces, ha ido llegando de forma paulatina a multitud de plataformas hasta su lanzamiento en Nintendo Switch, donde desembarcó el pasado 3 de mayo, versión que hemos analizado.
Para quien no esté al tanto, Nihilumbra es una aventura en 2D en la que debemos ir superando pequeños retos y puzles que se nos proponen en cada uno de los mundos en los que se divide su desarrollo. Nos ponemos al mando de un pequeño ser que nace de algo denominado «Vacío» y que de algún modo ha logrado escapar de ello. Por este motivo iniciamos una carrera en pos de la libertad, ya que el Vacío ha decidido que si somos parte de él, no puede dejar que escapemos de sus garras.
Esta premisa será la estructura central de la jugabilidad del título. Deberemos avanzar por una serie de mundos temáticos en los que el propio «Vacío» tratará de darnos caza por todos los medios de los que dispone, enviando a unos seres que tratarán de atraparnos para, en última instancia, destruir el lugar en el que no encontramos ante la imposibilidad de echarnos el guante. La única capacidad física a la que nuestro amigo puede recurrir es el salto, que nos permitirá recorrer los escenarios superando plataformas no demasiado complicadas. Esto, que parece una mecánica vista mil y una veces, toma una nueva dimensión con el uso de los colores.
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Pinta el mundo
La dinámica más tradicional relacionada con las plataformas y los puzles adquiere en Nihilumbra una perspectiva diferente a lo que estamos acostumbrados. Se nos propone que mediante una serie de colores desarrollemos las posibilidades del protagonista con su entorno. Así, podremos pintar el escenario para poder rebotar contra el suelo, deslizarnos más rápido, pegarnos a las paredes y otras opciones que podremos descubrir a medida que avancemos por cada nuevo entorno.
Esta habilidad para dar color la realizaremos mediante nuestro propio dedo deslizándolo por la superficie de la pantalla de nuestra Nintendo Switch. Quizá por este motivo, Beatifun Games ha decidido que únicamente podamos jugar haciendo uso del modo portátil de la consola y no mediante el dock en nuestro televisor. Es una decisión entendible por la comodidad que implica el hacer uso de un medio táctil para desarrollar esta mecánica, pero en nuestra opinión, el haber dado la posibilidad de hacer uso del apuntado de los mandos de Switch para realizar la misma función no hubiera sido algo que restase sino más bien al contrario.
Con nuestro dedo seleccionaremos el color que deseemos usar —aunque se puede alternar entre los colores haciendo uso de los gatillos, es un medio mucho menos rápido y efectivo para algunas situaciones— y con el joystick izquierdo nos moveremos, haciendo uso de un botón para poder realizar nuestro salto. Destacar que los colores son descubiertos poco a poco —uno por mundo— llevándonos a un pequeño tutorial en cada ocasión, el cual, nos enseña su uso tras adquirirlo mediante el contacto con una flor de dicho color, que nos otorga su poder.
Un reto muy poco exigente
La principal pega que podemos encontrar en Nihilumbra es su aparente indulgencia con el jugador. Cada nueva mecánica nos ofrece nuevas posibilidades, situaciones y puzles, pero aunque su variedad es reseñable al final de la aventura, nunca nos suponen un verdadero reto puesto que la solución la inmensa mayoría de las veces es muy evidente. Además, tampoco es necesario hacer gala de una notable precisión o habilidad a la hora de sortear obstáculos y enemigos puesto que la dificultad en torno a ellos va en la misma línea que la de los puzles.
Durante las tres horas que nos puede llevar el completar el juego, no nos hemos quedado atascados en ningún momento ni hemos sentido que se nos pidiese un esfuerzo extra en un momento determinado. Esto no ha de ser un punto negativo, pero en lo particular, sí se agradece que exista un puntito de exigencia.
El «modo vacío»
Tras finalizar nuestro viaje, se nos ofrece la posibilidad de volver a recorrer los parajes que ya hemos visitado, con situaciones nuevas que requerirán por nuestra parte un reseteo de nuestra idea inicial de lo que se espera de nosotros en el juego. Y es que aquí sí que encontraremos, por fin, muchísimos momentos en los que se nos va exigir tanto pensar en la solución de lo que se nos propone más allá de lo evidente que suponía la aventura principal, como ser rápidos y precisos en algunos saltos y reacciones contra los enemigos que nos salen al paso.
Es una forma fantástica de alargar la corta duración del título, que puede llegar a duplicar las horas que disfrutemos del juego con una propuesta que no estira el chicle de forma artificial, sino que lo hace ofreciendo una versión de Nihilumbra adaptada a un público quizá más tradicional para el género de los aventuras con puzles. Es decir, que si hemos terminado con ganas de más, y justo al finalizar el juego nos hemos quedado con la espinita clavada de su baja dificultad, este modo es extremadamente recomendable.
Además, el argumento para continuar con este modo casa perfectamente con el final y el desarrollo de todo lo que hemos ido viviendo. En definitiva, estamos ante una propuesta recomendable que, a pesar de que le pesan los años en el apartado audiovisual —que no en el artístico—, nos hará pasar unas horas muy agradables en la híbrida de Nintendo.
Este análisis ha sido realizado con una copia cedida por Beautifun Games