A lo largo y ancho del mundo, docenas de culturas se han desarrollado con el paso de las eras, cada una con sus propias mitologías y deidades. The Mooseman es un viaje a través de una de estas historias, en concreto, una perteneciente a la mitología Komi, un pueblo del norte de Rusia. Vamos a atravesar los tres estratos que componen el mundo para tratar de comprender esta interesante cultura.

Un mundo sin sol

En The Mooseman manejamos a un chamán, que con sus habilidades especiales para poder observar aquello reservado únicamente al ojo de los espíritus, tratará de restaurar la luz perdida del Sol. Para ello, viajaremos a través de las tierras de los muertos, el Mundo Inferior; las tierras de los vivos, el Mundo Intermedio; y por último el territorio de los dioses, el Mundo Superior.

Usando nuestros poderes, podremos atravesar entornos que antes eran un muro infranqueable, o utilizar puentes solo visibles para los muertos. De la misma forma, también deberemos dejar de usarlos para poder usar ciertas estructuras que solo son visibles para los vivos. El intercambio entre la visión natural y la espiritual es la principal mecánica del juego, pues sirve para resolver puzles, enfrentar enemigos a los que solo veremos su auténtica esencia de una forma u otra, o para simplemente ir avanzando.

Además, por el camino encontraremos otra habilidad que nos permitirá defendernos de los impactos de enemigos, pero esta defensa no es eterna y apenas aguantará un golpe. De nuevo, algún puzle dependerá de esta otra habilidad, pero al no estar desde el principio, le encontraremos menos uso en el global.

Un viaje amargo

The Mooseman es, en esencia, un juego contemplativo en el que el papel activo del jugador es bastante limitado. Si he de compararlo a algún otro juego, lo haría con la obra magna de Thatgamecompany, Journey. El núcleo de interés de ambos juegos es el puro viaje, atravesar bellos emplazamientos mientras nos dirigimos a un destino lejano y apoteósico.

Sin embargo, es aquí donde vemos el principal defecto de The Mooseman. Si bien el viaje es bellísimo a nivel audiovisual – de verdad, tanto el estilo artístico como la banda sonora son magníficos-, a los mandos resulta tosco y poco ágil, haciendo que su escasa duración se deba contar en una especie de limbo entre las virtudes y los defectos, pues el viaje en sí ojalá fuera más largo, pero con ese control lento y pesado, alargar la aventura sería un error fatal pues terminaría cansando más de la cuenta.

The Mooseman, la lucha entre contar una historia y vivirla

En general, este juego consigue merecer la pena debido a la interesante mitología que nos narra, sus extraños y llamativos paisajes, y que se puede completar en menos de dos horas. Con esta base, Vladimir Beletsky y Mikhail Shvachko, los desarrolladores del título, tienen una base narrativa para sacar más títulos contando otras historias de la mitología Komi, pero sin ninguna duda deberían tratar de mejorar la sensación puramente jugable.

No hace falta que conviertan sus próximos títulos en plataformas, o aventuras cargadas de adrenalina, pero sí que deberían tratar de que el control anime a revisitar el título para tratar de captar algún matiz más de la historia o encontrar alguno de los coleccionables presentes, porque ahora mismo me resultaría difícil tratar de volver a manejarme con la nula velocidad del personaje para tratar de rebuscar en los rincones del mundo.

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Evolve PR