Star Overdrive es uno de esos juegos que con ver simplemente un video ya llama poderosamente la atención. Desarrollado por Caracal Games, estudio independiente italiano que ya había sorprendido con Downward, este nuevo título de acción y ciencia ficción combina un mundo abierto, combates dinámicos y una historia de amor en medio de un planeta alienígena hostil. Todo ello con un hoverboard flotante como principal medio de desplazamiento. La premisa puede sonar excéntrica, pero todo indica que han apostado fuerte por una experiencia única. Aunque no tienen nada que ver, el juego transmite un aura similar a la de Haven o Caravan SandWitch, dos títulos que en 33bits gustaron mucho.
La historia gira en torno a BIOS, nuestro protagonista que llega -o mejor dicho, se estrella- a un planeta llamado Cebete en busca de NOUS, su novia desaparecida tiempo atrás y que ha sido capaz de mandar un mensaje de auxilio. No es un punto de partida muy distinto a otros relatos de ciencia ficción, pero lo que hace especial a Star Overdrive es cómo se nos invita a explorar este mundo alienígena desde el principio. Sin mapas llenos de marcadores ni una narrativa sobreexplicada, la propuesta es más cercana a una experiencia donde el descubrimiento depende de nuestra curiosidad. Esto irremediablemente nos recuerda a The Legend of Zelda: Breath of the Wild, no solo por el tono, sino por su estructura: hay torres que revelan zonas del mapa, cámaras con puzles que ofrecen mejoras y habilidades, e incluso poderes que juegan con la física del entorno. Aquí el viaje es tan importante como el destino, y seremos nosotros los que decidamos si explorar más o menos.
La jugabilidad es, sin duda, el mayor gancho de Star Overdrive. El hoverboard no solo sirve para desplazarse: es la base de casi toda la experiencia. Deslizarse por montañas, ejecutar trucos en pleno aire, surfear por llanuras y sortear obstáculos da pie a un sistema de desplazamiento bastante dinámico y satisfactorio. Aquí la velocidad es también la protagonista. A mayor ritmo, más opciones se abren en combate y exploración. De hecho, es posible mejorar el propio hoverboard con recursos que vamos recolectando -quizá lo más repetitivo del juego-, lo que permite aumentar su velocidad, capacidad de maniobra, aceleración o tiempo en el aire -y será necesario tener el hoverboard mejorado en ciertas características para cada una de las zonas-. Incluso se puede personalizar con distintos colores y efectos visuales, un pequeño detalle que no esta de más.
Los enfrentamientos, aunque no tan elaborados como en un hack and slash tradicional, ofrecen una combinación de habilidad, posicionamiento y uso creativo del entorno. A esto se suma un sistema de poderes que permite manipular la física, lanzar proyectiles, crear escudos o alterar el comportamiento de enemigos. Todo con una presentación minimalista, sin una interfaz recargada, buscando una experiencia más limpia y centrada en la acción. Nuestra principal arma es una especie de keytar futurista, que produce sonidos graves al atacar y deja una estela visual llamativa, reforzando el estilo audiovisual del juego. Es posible que el combate se sienta algo simple al principio, con solo el ataque normal y un ataque cargado, pero hay potencial para que evolucione según avancemos en el juego y desbloqueemos nuevas habilidades. Y aunque no es un título enfocado en los jefes, también encontraremos enemigos de gran tamaño que nos pondrán las cosas más complicadas.
El planeta que sirve de escenario a la aventura, Cebete, cuenta con cuatro biomas diferenciados, cada uno con su propio estilo visual, clima, arquitectura alienígena y secretos. No se trata de un mundo abierto inmenso, sino de entornos amplios e interconectados, diseñados para ser explorados con libertad y a nuestro propio ritmo. La verticalidad del terreno, el uso del hoverboard y la posibilidad de encadenar habilidades permiten que tracemos nuestro propio camino. Además, hay puzles integrados en el entorno que requieren combinar poderes, velocidad y observación para ser resueltos. Estos desafíos orgánicos están diseñados evitando las ayudas excesivas y premiando la experimentación.
Hablando del apartado técnico, Star Overdrive destaca por una dirección artística estilizada que mezcla tonos pastel, arquitectura alienígena y efectos de neón que crean una identidad propia para el título -aquí volvemos a acordarnos de Haven y Caravan SandWitch-. El diseño visual es limpio pero expresivo, con una estética en cel shading que parece mirar de reojo a otros títulos que ya hemos mencionado antes o incluso a Sable, pero sin perder su propio carácter. La música está pensada para acompañar la experiencia sin imponerse, y tanto los efectos sonoros como la ambientación sonora cumplen su papel sin estridencias.
Respecto al rendimiento, Star Overdrive se comporta de forma sólida en Nintendo Switch aunque con los esperados compromisos de la vetusta plataforma de Nintendo. Aunque el juego no busca la perfección visual, logra mantener un framerate estable incluso durante las secuencias más intensas de acción o cuando exploramos los escenarios más complejos. La optimización es correcta, permitiendo que la experiencia fluya sin grandes caídas de rendimiento -aunque eventualmente estas existan-, lo cual es especialmente importante dado el enfoque de acción y velocidad que propone el juego. Sin embargo, algunos jugadores podrían notar leves bajadas de resolución o pequeños tirones al movernos por los paisajes más abiertos, aunque nada que rompa la dinámica de forma alarmante.
Está claro que Star Overdrive no busca contentar a todo el mundo. Es un juego con una personalidad muy marcada, con un ritmo y unas mecánicas que pueden no conectar de inmediato con quienes prefieren experiencias más guiadas o con sistemas de progresión más tradicionales. Pero también es justo decir que ahí radica su mayor virtud. Apostar por una jugabilidad centrada en la velocidad, el estilo y la exploración, con una historia contada más por el mundo que nos rodea que por nuestro protagonista, puede convertirlo en una joya para quienes buscan algo distinto.