He de reconocer que soy un fanático del fútbol. Me gusta jugarlo -aunque soy un paquete de campeonato-, me gusta verlo, y, en general, formo parte de esa masa borreguil que consume casi todos los productos derivados del deporte rey. Y eso no excluye los videojuegos, claro. Distintos géneros, ya sea la simulación, arcade, la parte más táctica, o incluso cierta mezcla entre fútbol y ajedrez. Juego de fútbol que sale, juego que tengo que probar. Y con Strange Field Football no he hecho una excepción, claro. Pero, por suerte o por desgracia, algunos juegos son mejores que otros.

Va por delante que la idea detrás de la ópera prima de Wildbus Studio no es mala en absoluto. Juguemos a fútbol en escenarios a cada cual más estrafalarios y a la vez tan mundanos como puede ser una estación de autobuses o una fábrica. Cada uno de estos escenarios tiene alguna particularidad, en la estación de autobuses, por ejemplo, van saliendo los propios autobuses que pueden arrollar a los jugadores o parar balones. O el barco que se mueve con el oleaje y hace más difícil controlar el balón. Además el juego pretende tener un estilo desenfadado, donde abundarán las patadas a los contrarios, los jugadores desvanecidos tras perder toda su barra de vida, y los tiros y pases especiales. Pero las buenas ideas no bastan, necesitan una buena implementación.

Empezamos el juego y lo primero en los que nos fijamos es en la total falta de modalidades de juego. Un simple modo y ya, partidos amistosos. Ni ligas, ni copas, ni campeonatos, ni siquiera el típico modo arcade donde, tras elegir un equipo, vas teniendo que jugar contra todos los otros hasta que pierdes un partido. Nada de nada. Jugamos un partido amistoso sin consecuencia alguna para el resultado, y adiós, a empezar otro, si nos apetece.

Seguimos y llegamos a la pantalla de selección de equipo. Y de nuevo, la nada. 6 equipos a elegir, supuestamente cada uno con sus ventajas y sus inconvenientes. Aquí he de hacer un inciso, y es que en mis partidas contra la CPU -no he jugado contra rivales humanos- no he notado especiales diferencias entre los equipos, si me centraba un poco era capaz de ganar eligiese los dos contrincantes que eligiese.

Empieza el partido, empieza el caos. Porque cada partido es un caos, sí, todos los jugadores, propios y contrarios, corriendo a por la pelota como si estuviéramos en el recreo del colegio, haciendo gala de una IA paupérrima en unos encuentros en que pocas veces notarás que tienes totalmente el control de tus jugadores. Físicas del balón absurdas incluso en su contexto, saltos de los jugadores de tu equipo porque sí, autobuses arrollando a propios y adversarios porque no se les ocurre que hay que apartarse si viene un vehículo de 20 toneladas -espero que no les dejen salir a la calle solos a los pobres chavales-…

La inteligencia del portero no es mejor. Y tenemos a un portero que igual hace paradones con unos reflejos sobrehumanos, que deja pasar una pelota que viene rodando fácil por el suelo porque se le ocurre hacer una palomita absolutamente porque sí -me recuerda a cierto portero del Valencia, por cierto-. No tendremos control alguno sobre el portero aparte de para mandarle salir, de hecho, cuando pare un balón -da igual que esté dentro o fuera del área, se puede coger con la mano igual- no elegiremos a quien se la pasa, sino que lo hará automáticamente. Rifando el balón, obviamente.

Dentro del área, fuera del área, da igual. El portero coge el balón con la mano donde quiera

Podemos hablar también de la llamada «calidad de vida». No existe primera y segunda equipación de los 6 equipos existentes, por lo que, si dos equipos tienen una equipación parecida, entre todo el caos nos costará distinguir entre nuestros jugadores y los del rival, y a veces ni siquiera sabremos quien tiene el balón. De la misma manera, el cursor del jugador seleccionado es minúsculo y blanco, por lo que muchas veces se confunde con el entorno, llegando al punto de no saber a quien tenemos elegido. O podemos hablar de la cámara que solo sigue al balón y que, por tanto, cuando el balón está en alto, siendo un juego 2D, no vemos a los jugadores y tenemos que intuir su posición por el mapa.

Pero no todo es malo en este Strange Field Football, y es que, como decimos, Wildbus Studio no tiene malas ideas. El concepto de algunos escenarios -también 6- es curioso, como el mencionado barco, o la fábrica con cintas transportadoras. Algún partido también ha llegado a algo parecido a divertido. Además, el juego es bastante honesto con el precio, siendo bastante barato para lo que suelen ser los juegos salidos en la eShop de nuestra querida consola híbrida. Básicamente, si queréis gastaros poco dinero en un juego de fútbol, pues puede dar el pego para un rato, pero si no, hay alternativas bastante mejores. Es más, hay demos con más contenido que este juego.

Aún así, desarrollar un videojuego siempre es una ardua tarea, difícil, y no seré yo quien critique al estudio por ello, por lo que, desde aquí, les animo a seguir intentándolo, incluso con un par de iteraciones más sobre la fórmula utilizada en este fútbol en campos extraños.

 


Este análisis ha sido realizado en Nintendo Switch mediante una copia cedida por Wildbus Studio