Alrededor de 350 millones de personas padecen depresión según la Organización Mundial de la Salud. Es, quizá, junto a los trastornos de ansiedad, la gran epidemia de nuestra época, pero, a pesar de que se calcula que alrededor del 15% de la población se enfrentara a ella en algún momento de su vida, continua siendo una enfermedad que muchos pacientes deben sufrir todavía en silencio por temor a la discriminación y a los prejuicios que persisten sobre ella. 

Los videojuegos, como parte de su evolución desde el simple entretenimiento hacia su transformación en herramientas a través de las cuales poder transmitir ideas y emociones, han puesto también su foco en este asunto y en los últimos tiempos, a través de obras como The Cat Lady o Hellblade: Senua´s Sacriface, nos han permitido acercarnos a la problemática de las enfermedades mentales y a la lucha interior de aquellos que las padecen.  

Anamorphine, la ópera prima de Artifact 5, es un «simulador de paseos» que parte de una premisa similar, invitándonos a reconstruir los recuerdos más importantes de la relación de Taylor y Elena, una joven pareja que acaba de mudarse a una nueva ciudad. Las primeras memorias son un canto a la belleza y comodidad de lo rutinario: las molestias del traslado, las reuniones con las nuevas amistades, los éxitos profesionales, la intimidad de los paseos en bicicleta por el bosque… Hasta que, repentinamente, un desafortunado accidente cambia por completo la vida de nuestros protagonistas, sumiéndolos en una espiral descendente alimentada por los sueños rotos, el sentimiento de culpabilidad, el abuso del alcohol y, sobre todo, la frustración causada al verse incapaz de encontrar la manera de ayudar a un ser querido para que logre continuar, con las consecuencias que esto puede tener también sobre nuestra propia salud.

Los desarrolladores aciertan totalmente al poner sobre la mesa un tema tan sensible como el gran sufrimiento que las enfermedades mentales pueden ocasionar también en las personas que son más cercanas a los pacientes. 

Para desarrollar esta historia se ha apostado todo al apartado visual. Se rechaza el uso de los diálogos para, en su lugar, apoyar la narrativa en nuestra capacidad para observar los detalles de los escenarios y para interpretar de las diversas situaciones que se irán representando delante de nuestros ojos, con un fuerte énfasis en el surrealismo y en las metáforas. Afortunadamente, y a diferencia de otros títulos similares como Virginia, los guionistas no han enrevesado innecesariamente la trama, con lo que en líneas generales resulta bastante sencillo entender la historia en su plenitud, a pesar de que una segunda partida pueda ser recomendable para acabar de comprender todos sus matices. 

Alcanzar el objetivo de narrar una historia sin utilizar diálogos podría ser difícil si el apartado artístico y sonoro no estuviese a la altura. En Anamorphine lo está, por suerte, pero resulta complicado poder decir lo mismo de un apartado técnico muy deficiente, tanto por la calidad de los gráficos como por los importantes problemas de rendimiento. Las ralentizaciones y congelaciones son frecuentes, existen errores con las colisiones que pueden dejarnos atascados en algunos objetos y los tiempos de carga entre secuencias son excesivamente intrusivos y prolongados. 

Es una autentica lástima que todos estos problemas técnicos consigan deslucir y casi estropear una experiencia narrativa que, por otro lado, contiene algunos momentos de extrema lucidez en los que se consigue transmitir a la perfección las sensaciones de angustia, desasosiego, tristeza y desesperación que experimenta Taylor. No es la historia perfecta y tras sus escasas dos horas de juego seguramente nos quedara la sensación de que se podría haber profundizado algo más en su propuesta, especialmente en el apresurado tramo final, pero es un título valiente que se encarga de recordarnos que un azaroso golpe del destino es suficiente para desinflar nuestra frágil burbuja de felicidad y hacer que nos hundamos en el pozo, ayudando así a normalizar una enfermedad estigmatizada y ocultada. Por ello, incluso aunque solo fuese por eso, vale la pena. 

 


Este análisis ha sido realizado mediante una copia cedida por Evolve PR